Algunos ricos y millonarios de este país, que aman el dinero más que a Dios, entre los que figuran empresarios, comerciantes, políticos y hacendados, entre otros, rinden culto a la avaricia, y solo piensan en sí mismo, satisfechos de sus logros, y no en los efectos trágicos, en el orden espiritual, que traerá a sus vidas el amor a las riquezas.
Tienen la falsa creencia que nunca se les acabará el dinero y, lo más lejos es, que no piensan que la vida es corta y que su futuro inmediato, es la muerte física y espiritual, al olvidarse de Dios, que por amor se manifestó a este mundo a través de su amado Hijo Jesucristo, para buscar y salvar lo que se había perdido.
Se ha acuñado la frase de la existencia de los «ricos pobres», pero esto se debe a que son personas avarientas que ni siquiera disfrutan lo que tienen y tampoco ayudan a los demás.
Estos individuos, hacen alarde de su riqueza, producto de su amor al dinero, pero no ayudan ni siquiera a sus madres, mucho menos a los pobres, a los cuales, si tienen la oportunidad, los explotan en sus empresas inmisericordemente y, hacen negocios y pactos, hasta con el diablo, para aumentar sus ingresos y mantener su estatus económico.
Estas personas, para aparentar que son bondadosas y ayudan a los pobres, crean fundaciones, en su mayoría meras pantallas ineficaces, para llamar la atención, con el único fin de que la sociedad los alabe como mecenas y filántropos, para que así no sospechen de sus maniobras dolosas que algunas veces realizan.
Sin embargo, tenemos que reconocer que hay ricos comerciantes y empresarios, aunque muy pocos, de gran sensibilidad social, que no se les aprieta el pecho para aportar parte de su dinero a fin de contribuir con causas nobles que realizan instituciones benéficas en el país, ayudando a personas de escasos recursos económicos.
Otra cosa, la gente aquí, como es de todos sabido, se engancha a político, inscribiéndose en cualquier partido, y eso no es desde ahora, aspirando con hacerse rico, y si logran escalar el poder, acaban con los recursos del erario, que pongan a su disposición, cometiendo indelicadezas, para quedarse con el botín. Es decir, se aprovechan del pastel del Estado, con un entrañable y profundo amor al dinero.
Es risible cuando los políticos en sus campañas, para atraer posibles votantes, alardean de ser bondadosos, diciendo que cuando alcancen el poder acabarán con la miseria que sufre el pueblo, pero sabemos que eso no es verdad, porque cuando están en la cima les dan la espalda a los pobres. Los únicos que dejan de ser pobres son ellos, lo que ocurrió con mi amigo Milito, un tipo semi analfabeto, que antes de ser político andaba en chancletas, pero ahora anda en una lujosa yipeta. ¡Pobre país!
En cuanto al amor al dinero, la Biblia dice: “Si puse en el oro mi esperanza, y le dije al oro: “Mi confianza está en ti; si me alegré de que mis riquezas se multiplicaran y de tener mucho en mi mano; si he mirado el sol cuando resplandecía o la luna en su esplendor, y mi corazón fue engañado en secreto, y mi boca besó mi mano, eso sería también una maldad digna de juicio, porque habría negado al Dios soberano”, (Job 31:24-28).
Expresa además: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron atormentados con muchos dolores” (1 Timoteo 6:10).
Al respecto, Proverbios 23:4-5 dice: “No te afanes por hacerte rico: sé prudente y desiste. ¿Haz de poner tus ojos en las riquezas, que son nada? De cierto se hacen alas como de águila, y vuelan al cielo”.
Según dice Jesús McAllen, de Misión Apostólica, que amar al dinero es un pecado que produce efectos negativos como resultado de la avaricia y el materialismo.
Primero, quien ama al dinero confía en él y no en Dios. Se alegra en la abundancia, le satisfacen sus bienes, descansa en la seguridad de la riqueza. No es un error ser prudente con los ahorros, pero sí es un error confiar más en ellos que en Dios.
Segundo, otro resultado del amor al dinero es el engaño o falsa sensación de seguridad. Las riquezas pueden ahogar la palabra y engañar acerca de la realidad espiritual, creyendo que todo está bien.
El tercer efecto lleva a edificar la vida sobre un cimiento inestable y breve. Edificar la vida sobre el dinero es loco e inestable como edificar una casa sobre la arena. El único cimiento estable es la Verdad, Jesucristo.
Cuarto, el amor al dinero lo volverá orgulloso. Si se encuentra embelesado, la acumulación de riquezas fácilmente lo hará sentirse independiente, petulante y superior a quienes no las tienen. (Leer Deuteronomio 8:11-14) es necesario mantener la perspectiva bíblica de las riquezas para no caer en la arrogancia.
Quinto, el amor al dinero hará que usted robe a Dios, eso quiere decir que a la hora de administrar su dinero no le dará a Dios lo que es de Dios. (Leer Malaquías 3:8).
Finalmente si roba a Dios, le será fácil robar a otros, el amor al dinero lo hará comportarse como un incrédulo. (1ª Juan 3:17; Romanos 5:5).
Pidamos a Cristo Jesús que nos libre del mal, de caer en la tentación de amor al dinero, pero más que reflejar los efectos que producen el amor al dinero, queremos reflejar al prójimo su amor y dar testimonio que nuestro Dios vive y es poderoso. Amén.