Bajo ciertas condiciones, ni el más experimentado de los expertos es capaz de influir sobre el auditorio o alcanzar el éxito deseado a través de una campaña a favor de una candidatura o de un proyecto político. Es fundamental el conocimiento amplio y pleno de los segmentos de público a los cuales va dirigida la acción. Una política puede obtener aceptación si el plan se adopta o estudia antes de ponerse en práctica, ya que si la política adoptada es incorrecta, no responde a los deseos o necesidades básicas del público, probablemente terminará en un fracaso.
Los errores de percepción en el trato con el público suelen ser los tropiezos más frecuentes de campañas y estos pueden modificar las posibilidades de un partido. Son muchos los factores, ajenos por lo regular a un partido, un candidato o una empresa, que intervienen en la suerte de una estrategia de mercadeo. Algunas veces, el éxito de una campaña depende de asuntos tan elementales como el de poder combinar factores diversos y distintos en una misma dirección y en la búsqueda de un mismo objetivo.
Es importante destacar que el fracaso de algunos intentos radica en la creencia de que la manipulación puede ser un instrumento efectivo en la comunicación y, por ende, en la elaboración y ejecución de una buena campaña política o de otra índole. La falsedad en la información suele tener efectos contrarios a los deseados, en vista de la capacidad del público para distinguir entre lo real y el engaño.
La mentira juega a veces su papel y puede convertirse, en un efectivo instrumento de promoción del “marketing político”, pero como ocurre con un producto mal vendido al que se le atribuyen virtudes o propiedades que no posee, los efectos finales de la manipulación son predecibles, especialmente en sociedades abiertas donde las diferentes corrientes de opinión y la crítica suelen encontrar espacios en los medios de comunicación.
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