Los hijos del PLD

Posteriormente vino la contrarrevolución puesta en marcha por los estadounidenses utilizando al títere de Joaquín Balaguer.

Los hijos del PLD, los que nacieron durante su estadía en el poder, que hoy tienen entre 20 y 25 años, envilecidos, enajenados, embrutecidos y drogados, son los que hoy están robando, asaltando, atracando y asesinando en los barrios marginados de nuestras ciudades, herencia de su padre maldito.

Muchos de los jóvenes de la dictadura de Rafael L. Trujillo se sumaron al régimen oprobioso de tres décadas, otros, los más visionarios y valientes se enrolaron en la lucha revolucionaria para derrocarlo participando en partidos políticos clandestinos, conspiraciones, expediciones, exponiendo sus vidas. Una buena parte de esos muchachos fueron apresados, desaparecidos, torturados o asesinados. Algunos se marcharon huyéndole a la persecución y represión del tirano, y no volvieron, formando parte de un ejército de exiliados económicos y políticos.

El Partido Revolucionario Dominicano formado en el exilio por jóvenes conscientes de su rol histórico generacional trajeron al país aires de libertad y democracia tras la muerte del dictador. La efervescencia de los años 60 produjo la llegada de Juan Bosch al poder enfrentando a los sectores más retardatarios de la sociedad que no aceptó el cambio de paradigma. Lamentablemente mataron a Trujillo, pero no el trujillismo como cultura, como práctica conservadora y reaccionaria. Bosch fue derrocado apenas siete meses después de haber ganado las primeras elecciones democráticas en muchos años.

Al golpe de Estado le vinieron tormentosos días de luchas revolucionarias, con movilizaciones masivas, huelgas, etc., destacándose la expedición del 14 de junio con Manolo Tavares Justo a la cabeza. Los muchachos de “las manaclas” fueron asesinados cobardemente después de haberse rendido.

Más adelante estalló la revuelta del 65. El PRD, militares progresistas y constitucionalistas, junto a la izquierda que en ese momento tenía una gran influencia y participación política, se levantaron en armas exigiendo el retorno de Bosch y la Constitución del 63. La grosera intervención militar estadounidense legitimada por la Fuerza Interamericana de Paz, impidió el triunfo del pueblo.

Posteriormente vino la contrarrevolución puesta en marcha por los estadounidenses utilizando al títere de Joaquín Balaguer. Los combatientes constitucionalistas fueron cayendo asesinados; una buena parte -los más afortunados tal vez- terminaron en el exilio o en las ergástulas balagueristas. Fueron 12 años tormentosos durante los cuales los hijos de la dictadura trujillista y del PRD asumieron el papel que la historia le había asignado.

Llegó don Antonio Guzmán al poder conducido por el otrora líder José Francisco Peña Gómez eliminando las leyes anticomunistas, liberando a los presos políticos y permitiendo el retorno de los exiliados. Otra vez volvieron aires de libertad y democracia.

La inseguridad ciudadana como consecuencia de robos, atracos, asaltos y crimines no fueron un fenómeno altamente preocupante hasta la llegada del Partido de la Liberación
2 / 3 Dominicana al poder.

La historia dice que la juventud dominicana siempre estuvo a la vanguardia de la lucha por la libertad, la justicia y la independencia desde el nacimiento de Los Trinitarios que encabezó el padre de la Patria, Juan Pablo Duarte.

Los “Ni-ni” constituyen un problema relativamente nuevo. Son aquellos jóvenes que ni estudian, ni trabajan, que en la República Dominicana lo componen, si mal no recuerdo, el 27%, encabezando la región. Los “Ni-Ni” preponderantemente son hijos del PLD. Nacieron durante la “Era” de ese partido. Tienen hoy entre 20 y 25 años de edad. Son los desechos de la sociedad de ludópatas, analfabetas y adictos a las drogas que crearon los gobiernos del PLD que decidieron “pagar para no matar”, es decir, envilecer, enajenar, transculturizar y embrutecer para mantenerlos adormecidos y no salieran a protestar en reclamo de una sociedad más justa y equitativa. El PLD puso en práctica una política diseñada por el departamento de estado de los Estados Unidos para aniquilar políticamente la juventud, para matarle su justa rebeldía.

El tráfico y microtráfico de drogas, los crímenes y delitos, junto con la corrupción, se incrementaron durante los 20 años del PLD creando cinturones de miseria, pobreza y marginalidad. Los campesinos pobres emigraron a las ciudades para convertirse en “moto-conchitas” igualmente pobres. Los “intercambios de disparos” (crímenes extrajudiciales) se hicieron comunes y famosos durante la Era del PLD.

Si vemos las edades de los que participan en asaltos, robos, secuestros, muertes violentas, veremos que nacieron, crecieron y se formaron durante los 20 años que estuvo el PLD en el gobierno. El PLD no invirtió en la juventud, que no fuera para mantenerla adormecida, postrada ante la pobreza y los vicios, promoviendo en los medios elementos culturales enajenantes como la bachata, el merengue, el reguetón, música de calle, la morbosidad, la banalidad, la inocuidad, la vulgaridad y la prostitución que estimulan violencia intrafamiliar, el consumo de drogas y otros males.

Espero que los hijos del PRM y de Luís Abinader sean distintos, que no valgan menos “que la bala que los mata”, que sean fruto de las buenas prácticas políticas y sociales, fruto de planes educativos, de incorporación al mercado laboral, del diseño de políticas innovación como el Plan Nacional de Innovación 20-30 que expuso brillantemente el joven Bartolomé Pujals, para enfrentar los desafíos de la tercera revolución industrial, cerrar la brecha digital y marchar hacia el progreso y el desarrollo de la nación.

Las bandas de malhechores que azotan el país actualmente forman parte de un fenómeno latinoamericano violento fruto de la pobreza y la marginalidad creada por las clases sociales que han gobernado nuestros países en las últimas décadas, que habrá que desarticular, no matando a los jóvenes que la integran, sino creándoles nuevos horizontes, nuestras esperanzas, nuevas perspectivas de vida. Si reducimos la pobreza y la marginalidad reduciremos la delincuencia y la inseguridad, de eso no hay dudas.