La columna de Miguel Guerrero
A finales del siglo 19, el científico holandés Eugéne Dubois encontró en la isla de Java fósiles muy parecidos a restos humanos, que en una publicación muy valiosa dentro de la búsqueda entonces del eslabón perdido, los definió como huesos pertenecientes al primer hombre mono erguido al que llamó “Pithecanthropus erectus”. Siglo y cuarto después en el Partido Revolucionario Dominicano se han encontrado con una situación que muy bien serviría para ilustrar una imaginaria actividad política un millón y medio de años atrás, con antepasados del hombre actual.
Es la pretensión de un dirigente de negociar la entrega de un partido secuestrado a cambio de la candidatura presidencial, tres años antes de las elecciones, sin mediar ninguna competencia entre aspirantes, lo que constituye una ofensa a cuanto se estime como un valor democrático.
El hecho de que en esa organización existan personas inclinadas a favorecer esa salida a la crisis interna que mantiene congelada la oposición política dominicana, es una prueba más que suficiente para calar el grado de envilecimiento a que se ha llegado en un partido con un historial democrático digno de mejor suerte.
El que los grupos partidarios de una solución de esa naturaleza se ilusionen con la posibilidad de que una candidatura alcanzada en esas condiciones pudiera tener posibilidades en el 2016, con un partido erosionado y despojado de toda mística y dinámica, hace pensar que la mentalidad del Homo erectus sobrevive en esa organización, trece décadas después de los hallazgos del doctor Dubois.
En el PRD no pudieron encontrar mejor arma que su presidencia actual para sepultarse como opción electoral. Les costará muchos años superar el trauma de una dirigencia dificultosamente incrustada en un partido que siempre respetó la disidencia interna, hasta quedar en manos de una nueva generación de “Pithecanthropus erectus”.