Los huracanes al igual que otros fenómenos de la naturaleza, como terremotos, inundaciones, volcanes, etc., abofetean duro, se hacen sentir, para llamar la atención y decirnos que lo material es pasajero y superfluo, que el tesoro mas valioso está en el alma de las personas y de los pueblos, en su tranquilidad espiritual.
Estos fenómenos que llegan desarropando la miseria y debilidades estructurales, destruyendo lo que encuentran en comunidades enteras, envían mensajes que debemos analizar. Nos recuerdan que somos iguales, con cuerpo y alma, que estamos expuestos a la misma fuerza, que debemos ayudarnos los unos a los otros, que la materia se traga la materia, que el tesoro más valioso está en el interior de cada persona: la paz.
Suelen golpear para despertarnos y decirnos que hoy podemos tener muchos bienes materiales, carros, mansiones, joyas, muchos armamentos, bombas y poder para invadir naciones y mañana podemos amanecer sin nada. Tienden a descubrirle a los gobiernos sus deficiencias ¡desnudan las injusticias! muy especialmente con los mas desposeídos.
Me preocupa que recibamos sus efectos y entonces el escenario, sea aprovechado por demagogos para “exhibir bondades con limosnas” y por negociantes para aumentar sus fortunas. Estos fenómenos son una invitación a reestructurar el sistema, prevenir situaciones, corregir injusticias para que los pobres también resistan las duras pruebas.
Por los efectos de ciclones, hay familias que lo han perdido todo, niños hambrientos en refugios; agricultura, negocios y viviendas destrozados; y el gobierno y líderes poderosos, corriendo con paliativos, cuando el mensaje es cambio de vida.
Recibido el bofetón, preocupa que continuemos actuando de la misma manera. Que habiendo tanta miseria, corrupción y debilidades estructurales, no se detenga la desbordada ambición de algunos; no se ponga una infraestructura fuerte que garantice seguridad , que proteja los mas pobres en un momento dado.
Las consecuencias de estos eventos no son para lamentar ni justificar ni remendar, sino para que cambiemos el sistema; que no pasemos la vida repitiendo patrones injustos, egoístas, sin pensar en los demás y solo repartiendo paliativos.
Los enojos de la naturaleza dicen que el tesoro más valioso no está en lo material que fácilmente destruye, sino en el alma. Invita a que con coraje, busquemos la justicia social. Si lo logramos, disminuimos los efectos negativos de estos eventos poderosos.
Indiscutiblemente, la fiereza de la naturaleza trasciende lo material. Son señales dirigidas al alma, para que valoremos al prójimo. Nos une en un momento de peligro, para que pensemos en la igualdad, en el desarrollo armónico, equilibrado y humano de los pueblos, para que pensemos en Dios.