Los suicidios una urgencia sanitaria

Entramos en un juego sociológico y estadístico con los suicidios, una emergencia sanitaria y de salud, que constituye una demanda política y democrática impostergable.

Suma y compara cifras la Ministra de Salud Pública y Previsión Social, y dice con descaro, que los suicidios se reducen de año en año.  Lo hace con un desdén y una indolencia pasmosa, sin ocultar el desprecio que siente por la vida de los ciudadanos.  Entendemos esta conducta indecente, ella ve a los suicidios como homicidas despreciables, y  que nada tienen que ver con sus obligaciones y las competencias de su cargo.

Quieren, los psiquiatras y psicólogos, tratar este tema desde la sociología, sin entrar en la neurociencia del comportamiento humano. Dejan de lado la estructura emocional, y los hábitos cognitivos, afectivos y operativos de las personas en riesgo.

Olvidan la dinámica expansiva e indetenible de la inteligencia humana, una noción que crea nuevos significados para la vida y nuevos proyectos de vida y nuevas forma de vida y de convivencia.  Un reto que exige de la política, de las instituciones socializadoras y de la familia nuevos códigos de acoplamiento en la educación, en la cultura de los ciudadanos y de la sociedad.

Piensen que lo contrario de la felicidad no es el dolor, sino la depresión. Es la depresión un comportamiento malvado, que toma el control del estado de ánimo del individuo.  Su componente principal es el odio, esa pasión por destruir a otro y a sí mismo.

Consiste la depresión, en el bloqueo de todas las capacidades de la persona que la padece, esa auto destructividad que se adueña de la conducta de personas deprimidas.  Por esa vida, no vivida. Que reduce el sentimiento y el espíritu de hacerse cargo de su propia vida un individuo.  Que rompe la autoestima que restablece en las personas el convencimiento de tener energías para recuperar su propia eficacia, para vencer todas las adversidades y fracasos. Decía el Periódico Metro, en su titular del viernes 9 de Octubre: Depresión y Suicidio una mezcla que urge controlar.  Una llamada informativa, que negaba la realidad del problema.  Perdían de vista que el suicidio es una de la consecuencia de la depresión.

Proponemos, desde la política, usar fondos provenientes de contribuciones a la publicidad de los servicios telefónicos, de la promoción de las bebidas alcohólicas y de las bebidas psicotrópicas para financiar campañas institucionales, de estas empresas, destinadas a levantar la autoestima y la confianza en sus propias iniciativas, a pesar de los resultados indeseados. Donde se coloque el foco de atención  en las ventajas y oportunidades que ofrece cada fracaso o revés.