Muchos dominicanos tienden a ser fanáticos no solo de líderes políticos sino también de artistas. Fanáticos son los que se entusiasman ciegamente por algo; defienden en forma vehemente creencias y opiniones. Los presenciamos en el campo político; los vimos en el último concierto del cantante Luis Miguel; le siguen, no solo por sus alocuciones y canciones sino para bañarse de su prestigio, exhibirse, para que digan que tienen talento, buen gusto y recursos, aunque al final sean pateados.
Con varios meses de anticipación, avisaron la presentación de Luis Miguel en el país; sus seguidores se prepararon para el evento; llegó el día; el escenario, se llenó con miles de fanáticos; su actuación estaba planeada para comenzar a las 9 pm; a las 11 pm, anunciaron que, por problemas técnicos, quedaba suspendida y que se efectuaría el día siguiente. Fue un aviso virtual, nadie salió de manera presencial a dar la excusa; tampoco, se vio llegar al artista, despertando sospecha sobre su estadía en el país. No obstante, los fanáticos salieron tranquilos, sin cuestionamiento, cual corderitos, obedeciendo su pastor. Se presume que la mayoría era clase media, la entrada más barata era alrededor de tres mil pesos.
Al día siguiente, tal como lo esperaban, miles volvieron; Luis Miguel no los saludó ni se excusó, tampoco se despidió, era demasiado el privilegio de que estuvieran cerca y tomaran fotos; cantó, los puso a hacerle coro y aplaudirlo con entusiasmo. Terminó la función y salió sin despedirse.
Es posible que hubiera fallas técnicas que impidieran su actuación el día programado, pero en su comportamiento y el de sus ayudantes, hay falta de respeto para los asistentes. Esa forma de actuar recuerda a algunos líderes políticos, quienes, porque tienen poder, dinero y conceptualizan bonito, hacen sentir a sus fanáticos, que seguirlos los eleva; lo ponen a votar por ellos y luego de ganar ni lo saludan, como hizo Luis Miguel.
Este cantante regaló, un derroche de canciones, sin envoltura, es decir, no saludó ni se despidió; algunos políticos presentan la envoltura, saludan, sonríen, pero sin el regalo, no ayudan al pueblo.
Lamentablemente, abunda el comportamiento sumiso; es propio de personas con baja autoestima, que buscan elevarse acercándose a poderosos, haciendo gala de alto status social. Creen que, por seguir y aplaudir determinados líderes van a ser tildados de talentosos. También algunos cantantes, como algunos políticos, con su fama y glamur, hacen que se sientan privilegiados solo por asistir a sus eventos y abusan de su poder.
A ese concierto no hubiese vuelto ni en sueño. Luis Miguel me ha hecho sentir la vergüenza ajena, al desnudar valores ocultos de compatriotas, capaces de soportar ofensas, aguantar ser humillados, solo por exhibirse, buscando brillo.. ¡Qué pena esa falta de respeto así mismo, que abre las puertas al abuso de los demás!!