El domingo, como de costumbre, estuve paseando por la Zona Colonial tomando fotos con mi hermana menor. En un momento, se nos acercó una señora muy delgada con la nariz cortada alegando que tenía cáncer y que no tenia dinero para cubrir los gastos en los que tendría que incurrir dada su enfermedad. Por cortada no me refiero a que estaba botando sangre por una pequeña cortada, sino que literalmente no tenía nariz y solo se le veían dos orificios en la cara.
Me dio mucha curiosidad entender qué le había pasado a la señora por lo que le pregunté qué exactamente le había sucedido. La señora me contestó que había sido un hombre que se la había cortado. Este hombre, su pareja, le cortó la nariz como resultado de un crimen pasional. Lo que lo motivó no fue el hecho de que la señora estuviera involucrada con otro hombre, sino que él mismo estaba enamorado del hombre que gustaba de su esposa.
Lo que llama la atención de este caso no es solamente el hecho del crimen pasional, sino que al ser una sociedad donde existen tantos tabúes, las personas no se sienten en plena libertad de expresar sus preferencias. Aunque el tema de los feminicidios ha sido abordado desde diversos puntos de vista, creo que lo curioso de este caso es más bien cómo un hombre, por tener problemas con su propia sexualidad, es capaz de hacerle daño a una mujer. Este tipo de complejos, muy comunes en sociedades machistas como la nuestra, no se ven en países más desarrollados donde sí se respetan las libertades individuales. Más allá de querer expresar postura a favor o en contra de las parejas en donde las personas son del mismo género, entiendo que debemos aprender a respetar las libertades individuales y en la medida que logremos aceptar y respetar las decisiones de otras personas, siempre y cuando no nos estén faltando el respeto a nosotros, es que podremos vivir en una sociedad menos violenta y más armoniosa.