Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.
Si derramamos un vaso de agua e intentamos recogerla toda el agua que se derramo con una esponja o con el mejor papel absorbente que exista, nunca llenaríamos el vaso hasta donde estuvo antes. Lo mismo sucede con las palabras que decimos o utilizamos cuando difamamos a alguien. Cuentan que una vez una persona fue a ver a un sacerdote, y le dijo: Padre, he hablado mentiras de la moral de esa persona, y ahora estoy arrepentido. El sacerdote le dijo, vete a tu casa y agarras una gallina, luego te vas al monte y le quitas todas las plumas, y me la traes completamente pelada. La persona pensó: Eso es fácil. Agarro la gallina le quito todas las plumas y se la trajo al sacerdote completamente pelada, le dijo el sacerdote, ahora ves y recoge todas las plumas y trata de ponérsela a la gallina, él le contesto, no puedo porque hacía mucho viento y se fueron volando, el sacerdote le contesto: Así pasa cuando uno difama a otra persona, las palabras se las lleva el viento y nunca las podemos recoger.
Nosotros nos gusta criticar sin saber el porqué sucedieron las cosas. Hace unos días me contaron la historia de un niño llamado Felipe. Un día le dijo Felipe a su mama: Mamá, tú eres hermosa, pero tus manos son tan feas.
Pasaron unos días y Felipe conocería la historia de esas manos tan feas. Hace mucho tiempo dormía profundamente un bebé. De pronto con una vela que estaba encendida cerca de la cuna donde dormía el pequeñuelo incendio la cuna y las llamas pronto amenazaron con quemar el cuerpecito del bebé. La madre decidida apago el fuego con sus manos a manotazos salvando de las llamas a su bebé. Y sus dos manos quedaron carbonizadas. Cuando le quitaron sus vendas, sus manos le quedaron deformadas por el fuego.
De pronto, cuando termino su papa de hacer el relato, Felipe con lágrimas en los ojos, corrió hacia donde estaba su mama, y le dijo sollozando: Mama no hay manos tan bellas como las tuyas en el mundo.
Felipe nunca se quejara entes de conocer los motivos de tal o mas cual acontecimiento. Con cuánta facilidad se derrama el veneno de la difamación o calumnia, y en muchísimas ocasiones sin fundamento o seguridad alguna.
Cuantas madres hay como esas que se guardan sus hazañas para sí, sin nunca comentarlo con nadie, madres que se desviven por sus hijos con un amor puro y desinteresado. Si esas madres hablaran pudiéramos descubrir los meritos de las mismas, y no las criticaríamos, al contrario le diéramos el merito que ellas se merecen.
Pero no te preocupes que Dios que todo lo sabe, algún día les dará su recompensa.
Termino con el Versículo 52, del Capítulo 2, de San Lucas que dice: Jesús volvió con sus padres a Nazaret, donde vivió, obedeciéndoles. Su madre guardaba fielmente en su corazón todos estos recuerdos.
Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.