Emulando al poeta y patriota Eugenio Perdomo, con cuyo nombre se honran los comités intermedios del Partido de la Liberación Dominicana en Bayona, quién dijo que “los dominicanos cuando vamos a la gloria marchamos a pié” la inmensa mayoría de los concurrentes a la gran marcha caravana que realizó el PLD el pasado domingo, hicimos el trayecto caminando.
Ha sido la más grande demostración de fuerza, de alegría, disciplina y entusiasmo que se haya presenciado en el país, desde la restauración de la democracia.
El PLD acumuló varios motivos para la celebración: cumplía treinta y ocho años de su fundación, cerraba una etapa exitosa de su campaña para acogerse a la tregua navideña, exhibía su unidad monolítica y paseaba una de los mutuales más impactantes que se hayan articulado para un torneo electoral.
El aniversario lo recibe en el poder con dos períodos continuos de gestión que han estampado su impronta en toda la geografía de la República, sembrada de carreteras, puentes, acueductos, escuelas, hospitales, ciudades universitarias, centros tecnológicos, instalaciones deportivas, pasos peatonales, y en el caso de Santiago y el gran Santo Domingo, túneles, pasos a desniveles, y para hacerle la vida más factible a los capitaleños y a todos los dominicanos que concurren a la ciudad, dos líneas del metro y obras tan fabulosas como las que comprenden el corredor Duarte.
Todas esas realizaciones en un clima de crecimiento y de estabilidad macroeconómica, que como es lógico, también acumulan su cuota de insatisfacciones, porque nadie niega que el modelo haya tenido sus limitaciones en el logro de una justa redistribución de las riquezas generadas.
Pero el PLD ha tenido la ventaja de poder ofertarse como la mejor opción para su propio cambio, porque es el que presenta el programa de gobierno enfocado a transformar la realidad social del país, consolidando los avances logrados y corrigiendo sus carencias.
Es un partido con liderazgos que se complementan y que tienen la capacidad de sepultar diferencias para aunarse en torno a los objetivos comunes, contrario a lo que proyecta la fuerza que lo adversa, que cada vez da mayores demostraciones de lo catastrófica que se tornaría en la conducción del Estado en un contexto de crisis internacional.
Dos veces han tenido las autoridades del Partido Revolucionario Dominicanos que apartarse de iniciativas totalmente descabelladas que llevan a cabo instancias de la campaña de Hipólito Mejía, irrespetando los canales institucionales.
El pueblo que se integró a la marcha victoreaba a Danilo Medina y a Margarita Cedeño, porque representan lo que la gente reclama, un gobierno dirigido a combatir la pobreza, que es lo que ha pregonado el candidato del PLD y lo que ha hecho la primera dama desde su despacho.
El pueblo victoreó a Leonel Fernández, porque lo sabe un gran líder y presidente de la República, pero además porque es un factor determinante para el triunfo de su partido.
Los peledeístas celebraban porque saben que llegada la conclusión de la primera etapa de su campaña superaron las metas que se trazaron y no sólo lograron derribar la ventaja que tenía Hipólito Mejía sino que además han tomado la delantera.
La alegría y el entusiasmo exhibidos se deben a que los peledeístas, las fuerzas aliadas y los movimientos de apoyo están conscientes que si se sigue trabajando con la misma intensidad, Danilo y Margarita se dirigen hacia una victoria holgada en primera vuelta.