Aquí preocupan los gatos prietos, pero hoy quiero recordar que en 2015 murió el jefe del vudú, Max Gesner Beauvoir. Era bioquímico, graduado en Estados Unidos. Enciclopedias lo citan como único científico haitiano. Su sucesor duró días; murió sospechosamente. El 27 de febrero de 2016 ascendió al trono esotérico Fritzner Joseph, electo por precaria brujería. Lo botaron en 2019. Tras uno interino, subió Carl-Henry Desmornes en mayo de ese año. Van cinco.
¿Incluyen las abismales complejidades culturales haitianas el temor a morir si se sube? Los notables allá incluyen no más de tres filántropos, pero 40 hounganes, muchísimos políticos, músicos y escritores. Sociólogos y antropólogos, azorados por costumbres rudimentarias o motivados ideológica y políticamente, rehúsan reconocer vínculos entre la involución incesante del vecino y su bárbaro animismo. Prefieren destacar que, aparte de hounganes, oficiantes varones, permiten mambos (sacerdotisas).
Hay insondable contraste entre la amoralidad del vudú y los valores del cristianismo. Escoger autoridades gubernamentales luce ser más difícil que sustituir al jefe del vudú. Haití ha estado tan ocupado evaporándose que las demás minucias pueden esperar, gracias a su narcotizado sentido de urgencia.
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