He vuelto a la dolorosa aventura terrestre Ocoa-Rancho Arriba-Piedra Blanca, dos meses después de vencerse la enésima promesa presidencial de hacer la vital carretera, y otra vez hago preguntas: ¿Es que dos millones de metros cuadrados de portentosos invernaderos no representan nada para una burocracia que a diario proclama estimular el progreso? ¿Será que no le importa multiplicar los más de 25 millones de dólares en exportaciones que aporta cada año al país ese impresionante esfuerzo productivo? ¿Con qué derecho provoca que la prolongada paciencia de 75 mil ocoeños estalle mañana en ira incontenible?