El “mata-puerquita” y la “conspiración” denunciada

Hay bocinas pagadas distribuidas en las redes de la dictadura mediática.
Bocinas bien pagadas.

Pero también hay embajadores bocinas, muy bien pagados, que se inventan planes de conspiración para incitar a la represión contra la Marcha del Millón del 12 de agosto.

De paso no desaprovechan oportunidad para fomentar el odio anti-haitiano y hacer comparaciones que no vienen al caso, porque lo que en nuestra América se desestabiliza desde el Norte revuelto y brutal, aunque con muchas degradaciones, todavía exhibe bastante soberanía y cierta sensibilidad social.

A uno de ellos, precisamente al “mata-puerquita”, además le encantan las fantasías para llamar la atención de ciertas sedes no tan santas, desde la propia Santa Sede.

Poco sin embargo “poco me lo jayo” para quien entre denuncias y denuncias de conspiraciones ha sido capaz de desenfundar una 45 para vaciársela a aquella linda cerdita vietnamita. No la respetó desde su racismo ni siquiera porque era blanquita y rubita, carente por demás de todo vínculo sanguíneo con el hermano pueblo de Haití.

Su grave error -mentira mayúscula a la vez- consistió en emplear la palabra “conspiración” cuando se refirió al creciente anhelo popular, en tren de convertirse en un reclamo de multitudes, de sacar del Palacio Nacional a este gobierno mafioso y quebrar esta institucionalidad podrida con formato de dictadura presidencialista disfrazada de democracia.

En verdad nada malo tiene querer echar abajo esta porquería de gobierno y estas instituciones mal olientes.
Malo es que sigan vigentes y pretendan perpetuarse.

Malísimo.
Cuando la democracia institucional sucumbe, cuando incluso la democracia electoral deja de existir, ni en la Santa Sede es pecado ejercer el derecho a la insurgencia, a la rebeldía o la desobediencia civil.

Tal derecho, más democrático que cualquier otro, ha sido universalmente consagrado.

Su ejercicio no es “conspiración” alguna, aunque de ser tajante la obstrucción a los reclamos que lo motivan, pueda provocar la consiguiente desestabilización del régimen imperante con todo y su despliegue de tozudez descarada e impenitente.

• UN NERVIOSISMO HIJO DEL MIEDO.
Algo así parece estarse gestando por aquí y a eso le temen las bocinas y alabarderos de todos los rangos. Portadores de todos los miedos, y con mucho que perder, se inventan cualquier cosa y ponen al revés los acontecimientos.

El desplazamiento de este régimen es parte ya del debate político abierto.

He insistido muchísimo en que si se pudiera lograr antes de la farsa que se prepara para el 2020, este pueblo podría ahorrarse muchos sinsabores y no pocos sufrimientos.

Cada día, semanas, meses de continuidad de este se desastre habrá de medirse en más destrucción del país, mayor degradación del poder e innumerables carencias y penurias sociales en expansión.

No se trata ni de maquinar ni de conspirar, ni de actuar a escondida y de mala fe; sino de decir las cosas como son y de actuar en consecuencia, siempre a la luz del sol y de la luna, sin trapisondas, sin dobleces. Francamente.

A este gobierno y a su presidente hay que sacarlos del Palacio Nacional cuanto antes mejor, con un golpe de pueblo, con pura democracia de calle, para abrirles cauces a los cambios estructurales.

Fundamentalmente así, pero sin ponernos bravos ni escandalizarnos si acaso una decena de coroneles decide cazarse con la gloria… si a ciertos generales, empresarios y políticos mafiosos se les ocurre enfrentar con balas a multitudes que pacíficamente demanden su salida de un poder decadente que usan para robar, explotar y abusar a granel.