Pocas veces un profesional critica en los medios a sus pares o se detiene ante el espejo para escrutar sus puntos débiles. Entre gente de una misma rama rige una especie de ley universal, impertinente en tiempos de reclamos de transparencia: “Los bomberos no se pisan las mangueras”.
Pero el doctor Iván Silva, cirujano y especialista de los pies, ha desafiado a los suyos. Y de qué manera: en defensa abierta a los pacientes.
Con vehemencia ha rogado a los médicos que “suelten el bisturí” porque muchas personas son sometidas a mutilaciones innecesarias de sus pies, lo cual representa la muerte inminente cuatro o cinco años después.
La gran mayoría de esas cirugías podrían evitarse solo con que el médico refiera al cliente a un equipo interdisciplinario para que lo trate, ha dicho el podólogo en La Receta Médica de La Z, el viernes 4 de noviembre. “Amputar un miembro a un paciente es matarlo. Preservarlo es salvarlo… Tal decisión no puede caer en manos de un solo médico”, asegura.
El afán de lucro, el egoísmo, la ignorancia, la indolencia y la inconciencia caracterizan a muchos de nuestros profesionales de la medicina en los sectores privado y público donde la mala práctica anda como verdolaga aunque se vea tan poco como la persistente candela de un horno de carbón.
Muchos dominicanos y dominicanas mueren en clínicas y hospitales, más por irresponsabilidad y codicia de dueños de tales empresas y del personal médico y paramédico que por la eterna carencia de equipos e insumos.
Por muy grave que lleven a un paciente a una sala de emergencia de un hospital privado, no será recibido si su olor a muerte no va acompañado con el aroma del dinero. Si logran internarlo, no será rara la negligencia en la atención, si los familiares se descuidan. El facultativo de cabecera será tan mezquino que preferirá hacerlo todo, aunque su cerebro no supere al de las cucarachas; no llamará a los colegas requeridos por el caso, a menos que quiera desligarse de culpas graves. Al margen de si su cliente sale vivo o muerto de sus manos, la factura es lo primero, casi siempre bien abultada; y hay que pagarla, so pena de un “secuestro” en el área de internamiento.
Hace tres décadas que el Colegio Médico Dominicano ha gastado mucha de su fuerza en reclamar al Gobierno merecidos reajustes salariales para sus agremiados. El discurso de humanización, ética y calidad en la práctica médica en clínicas privadas y hospitales públicos no ha sin embargo igual de consistente. Ha sido intermitente. Como las demandas de remozamiento de establecimientos de salud públicos, solo ha brotado como factor accesorio en tiempos de protestas por mejorías personales.
El grito del doctor Silva puede ser una gran oportunidad para iniciar junto a sus pares sensatos una jornada de toma de conciencia que termine cuando en la medicina dominicana se respire un aire menos contaminado. Entonces serán menos los abusos en contra de los pacientes.
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