Quito.- El monigote que representa al futbolista argentino Lionel Messi es el más buscado para los rituales de fin de año en la capital ecuatoriana, pero también el más ausente en los quioscos por la carestía de los materiales para su elaboración y porque su reciente triunfo en la Copa del Mundo no ha dado tiempo a los artesanos para elaborarlos.
Así lo aseguraron a EFE varios vendedores, que comercializan los monigotes a los que se prende fuego la medianoche del 31 de diciembre, para «quemar» con sus llamas los malos ratos del año que termina, o para «purificar» el que comienza.
En los primeros días de venta de monigotes en Quito, EFE constató que pese a ser el más buscado al de Messi le ganan por goleada los que representan a personajes de películas y tiras cómicas, que superaban en número -incluso- a los que simbolizan a los políticos.
María Pilicita, presidenta de una asociación de vendedores de monigotes en el parque La Carolina, comentó a EFE que los muñecos más pedidos son los que representan a Messi y los políticos, con precios que oscilan entre los 12 y 65 dólares.
Precisamente uno de los más grandes en su quiosco -y en el de su vecina- representa a Messi, que es «de los más buscados, quizá por la emoción de todo el mundo, pero no sé por qué le quieren quemar a él siendo el más grande del fútbol», cuestionó.
María, que vende «Años viejos» desde hace 50 años, explicó que ahora ya no se abastecen de monigotes en Quito, sino en Guayaquil, donde los elaboran en cartón y los pintan con llamativos colores.
A sus 65 años, María no está sola en el oficio: a su lado sus hijos suben y bajan de escaleras colocando plásticos y techos en el quiosco, donde también se exhiben pequeños monigotes rellenos de papel y con caretas de políticos o de seres anónimos.
Milton Pila (42 años), hijo de María, comentó a EFE que los artesanos comienzan a elaborar los monigotes en marzo y por ello, no tienen aún muchos muñecos que representen a Messi o al francés Kylian Mbappé «porque eso pasó hace unos días».
«Los pocos que tienen de Messi, que son los que más han salido, es porque al último se han trasnochado haciéndolos», explicó.
Aunque para María la venta de monigotes es un trabajo heredado de sus padres, para sus hijos y nietos es más bien una tradición. Reciben el Año Nuevo en el mismo quiosco, queman su «Viejo» (si les ha sobrado alguno), comen algo y se van.
NEGOCIO Y TRADICIÓN
Al igual que la familia de María, la de Martha Hinojosa vende monigotes hace varios años en un redondel en el que convergen varias avenidas principales del centro-norte de Quito.
A sus 72 años, Martha duerme todos los días con su esposo, de 68 años, y alguno de sus hijos, en el quiosco de 2,50 x 2 metros levantado sobre la acera y cubierto por plásticos, para cuidar el producto, y también recibe el Año Nuevo en lo que por ahora es su lugar de trabajo y vivienda.
Allí aparece un Messi gigante y musculoso con el uniforme de su selección y una gran sonrisa, por el que piden 120 dólares «pero después se rebaja», dice Martha, acostumbrada al juego del regateo.
Un poco más allá aparece otro gran muñeco con una representación de la Copa del Mundo en la mano, y la camiseta albiceleste con el 10 en el pecho, lo que hace suponer que es Messi, aunque poco tiene de la fisonomía del astro argentino.
Martha pagó 400 dólares por el flete de un camión para trasladar desde Guayaquil a Quito unos 500 monigotes, que compraron por unos 3.600 dólares, contó su hija, Carina, según quien a veces logran unos 1.000 ó 2.000 dólares de ganancia, «lo que Dios nos bendiga», interrumpió Martha.
Según Martha, el monigote que más pidieron a los artesanos fue el de Messi «porque está a la moda, pero no han trabajado mucho porque no hay papel ni cartón».
«Desde ayer, ni bien bajábamos del camión (los monigotes de Messi) se nos fueron llevando», uno por 100 y otro por 70 dólares, contó mientras un taxista decía a EFE: «¿Cien dólares por un muñeco de cartón?…mejor quemo el billete y no contamino».
Martha espera que le envíen por encomienda en un autobús otros «ocho Messis» que pidió a Guayaquil (suroeste).
«Solo ocho porque la señora que me entrega no tiene más», insistió al reiterar que los compradores quieren «más Messis: el más pedido y el más ausente».
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