Escucho y leo a quejosos de que en las áreas de influencia de las operaciones mineras los vecinos no reciben una proporción justa de la riqueza transformada mediante esas extracciones. Sin embargo, de casi un tercio del PIB generado por actividades industriales, ninguna aporta más que la minería.
Tenemos la mayor mina de oro de Latinoamérica, explotada por Barrick. Hace dos años exportamos oro por más de US$1,600 millones; también ferroníquel, plata y minerales no metálicos como mármol, caliza y otros. Hay proyectos pendientes de permisos que inexplicablemente no arrancan pese a la buena disposición de inversionistas.
Se conocen otros depósitos confirmados de cobre, oro, plata, platino y bauxita, aparte de exploraciones de gas natural y “tierras raras”. Casi todas las empresas cumplen con su responsabilidad social. Por ejemplo, CORMIDOM recién anunció obras en Maimón; Falconbridge busca recuperar apoyo para validar su licencia social en Bonao; Barrick financia ASFLs en Cotuí (tras fracasos dando aportes a gobiernos municipales).
El Gobierno debe ocuparse de promover más la minería responsable y perderle el miedo al éxito.