A un año de la trágica explosión de San Cristóbal es insólito, inadmisible y vergonzoso que las autoridades no hayan podido establecer las causas de la tragedia.
A estas alturas nadie logra explicarse cómo la causa que desencadenó el siniestro siga envuelta en un impenetrable misterio.
Esta inexplicable ausencia de información específica sobre el elemento catalizador es una dolorosa afrenta para las más de 40 familias que perdieron seres queridos.
La rapidez con que se removieron escombros en la llamada zona cero además eliminó la posibilidad de recopilar evidencias que hubieran sido claves para esclarecer los hechos y establecer responsabilidades.
Se sabe, porque así se estableció, que donde se produjo la explosión habían químicos y otras sustancias inflamables, pero el detonante quedó como una indescifrable incógnita.
Todo esto es particularmente angustiante para los que aún no se han recuperado por la muerte de sus familiares, 12 de los cuales ni siquiera pudieron ser identificados y fueron catalogados como desaparecidos.
Por todo eso, esta primera conmemoración estará marcada por la incertidumbre y por muchas interrogantes que al parecer quedarán por siempre sin respuestas.