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Nadal, el principio del adiós

Tenis profesional

Pero también con su amabilidad, su simpatía y una humildad que han acabado por convertir al intruso en el ídolo de los aficionados.

Nadal, el principio del adiós / Fuente externa

París.- No fue un adiós oficial, porque Rafa Nadal se negó a recibir el homenaje que Roland Garros tiene tantas ganas de darle, pero la derrota del español ante el alemán Alexander Zverev tiene visos de conducir al adiós de una leyenda.

Al de Mallorca le puede quedar otra cita con ese escenario, esta vez en los Juegos Olímpicos, y él se ha obstinado en dejar claro que no cierra la puerta a seguir compitiendo el año próximo, aunque matizó que es poco probable.

A lo largo de los años, el tenista de Manacor, que el próximo día 3 cumplirá 38 años, ha conquistado el Grand Slam de arcilla, tanto en títulos como en el calor del público, hasta que lo ha convertido en el territorio sobre el que ha levantado su imperio.

Entre el irreverente adolescente que irrumpió en 2005 con una cinta en el pelo, su media melena, su camiseta sin mangas y el pantalón pirata y el respetable padre de familia que ahora pasea su doctrina por París han pasado 14 títulos, solo cuatro derrotas, 116 partidos, muchos silbidos del público, muchos más aplausos y una estatua que marcará, para siempre, una historia irrepetible.

Nadal es Roland Garros y Roland Garros será siempre Nadal, porque ningún otro tenista ha dominado con tanta fuerza un torneo como el español lo ha hecho en París, a base de perseverancia, talento, fuerza y dedicación.

Pero también con su amabilidad, su simpatía y una humildad que han acabado por convertir al intruso en el ídolo de los aficionados.

El balear ha dado una lección de conquista, porque no se ha limitado a dominar en la pista, también ha querido granjearse el favor de un público que no tenía asegurado. En ambas batallas ha salido vencedor.

Lejos quedan ya los inicios, su irrupción aquel 25 de mayo de 2005 en la Pista 1, actualmente desaparecida, contra el alemán Lars Burgsmüller, reconvertido ahora en cardiólogo, el primero que probó la medicina del español, 6-1, 7-6 (4) y 6-1.

De aquel día quedan dos detalles: el rostro serio, enfadado, de Nadal abandonando la pista y sus palabras: «¿Como voy a estar contento con un partido tan malo? Si juego así no soy uno de los favoritos para ganar el torneo».

Entonces, aquellas palabras pudieron parecer pretenciosas, pero con el tiempo cobran otro sentido, el de un eterno inconformista sediento de mejorar, que con los años fue progresando hasta convertirse en una máquina casi invencible en París.

Solo las lesiones o motivos extradeportivos le hicieron hincar la rodilla en la tierra francesa.

Tras dominar con puño de hierro e igualar el récord de cuatro triunfos consecutivos del sueco Bjorn Borg, llegó el primer tropezón el 31 de mayo de 2009, ante un casi desconocido Robin Soderling, que puso fin a la serie de 31 triunfos consecutivos del español tras imponerse por 6-2, 6-7(2), 6-4 y 7-6 (2) .

Aunque nunca ha querido referirse al tema, parece que Nadal estaba enfermo aquel día. Otros cuentan que los problemas familiares le afectaron.

Al año siguiente regresó con fuerzas renovadas, se tomó la revancha de Soderling en la final y se apuntó el torneo por segunda vez sin perder un set, para mostrar que el rey había vuelto.

Otra racha de cuatro triunfos le dieron varios récords, destronó Borg en número de victorias y en 2013 se convirtió en el tenista que más veces sumó un mismo Grand Slam.

Así frenó el acecho del serbio Novak Djokovic, en la que ha sido la rivalidad más grande de la historia del tenis. Pero el de Belgrado tuvo que esperar a 2015 para destronar a su oponente.

El día de su 29 cumpleaños, en cuartos de final, físicamente asolado por las lesiones, sufrió su segunda derrota, la primera en tres sets, un resultado que no sorprendió tanto por el nivel que mostraba Djokovic y por lo irregular de sus actuaciones aquel año.

Al siguiente, cuando iba a afrontar su partido de tercera ronda frente a su compatriota Marcel Granollers, anunció un problema en una mano que le hizo retirarse. Los augurios apuntaban ya al final de su hegemonía.

Pero en 2017 regresó con más fuerza, volvió a ganar sin perder un set y abrió otra racha victoriosa que le granjeó otros cuatro trofeos que, sumados a los ganados en otros Grand Slam, le permitió superar a Roger Federer.

La tercera derrota llegó el 12 de junio de 2021, el mismo año en el que el torneo levantó una estatua a la mayor gloria de Nadal. Fue al término de un partido estratosférico contra Djokovic, que en semifinales consiguió, al fin, superar al español en plenitud de facultades, 3-6, 6-3, 7-6(4) y 6-2.

De nuevo auguraron su fin y, de nuevo, Nadal acudió un año más para desdecir los pronósticos, pocos días después de abandonar Roma cojeando, con un pie anestesiado, apelando a toda la épica de su mito, sumó en 2022 el decimocuarto cetro, el más improbable de todos.

Ya no le dio para otro milagro. Un año y medio ausente de las pistas, un retorno perturbado por las lesiones convirtió en quimérico su intento de dar una vuelta más a la tuerca de su mito. No quiso decir adiós, pero todo sonó a despedida.

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