CUBA.-Un país isleño tan rico en especies endémicas, que los biólogos apenas pueden llevar la cuenta
Más conocida por su música y su política que por su vida silvestre y salvaje, Cuba alberga abundantes especies extraordinarias, desde ranas diminutas y orquídeas hasta feroces cocodrilos. A 40 °C, caminábamos agobiados a través de una extensión pantanosa silvestre en un día que recordaríamos por siempre.
Mientras los mosquitos nos atacaban implacables, luchábamos por sacar del lodo nuestras botas, paso por paso. Un horizonte rosado nos atrajo hasta que nuestro objetivo se vio claramente: unos 70 000 flamencos del Caribe anidando e incontables polluelos, la colonia más numerosa de estas majestuosas aves en el hemisferio occidental.
Me senté en un nido abandonado y preparé mi equipo. Cerca, en un montículo de lodo, un flamenco se inclinó hacia su cría para ofrecerle un bocado de grasa y proteínas. Inalterados por mi cámara, el par continuó, permitiéndome capturar el contacto íntimo de dos picos equilibrados con gracia y un propósito.
Ese momento compensó todo el día para mí y para mi amigo Juan Soy, quien calificó nuestra visita a la zona de reproducción como espectacular. Biólogo de la Universidad de La Habana, Soy trabaja en la División de Flora y Fauna de Cuba para vigilar 48 de las 263 zonas naturales protegidas del país, que cubre alrededor de 22 % del territorio cubano.
Los suelos críticos donde se reproducen los flamencos están ubicados en el Humedal Río Máximo-Cagüey, convertido recientemente en uno de los seis lugares que Cuba agregó a la lista de Humedales de Importancia Internacional, de la Convención de Ramsar.
Quizá la intimidante inaccesibilidad del sitio sea su salvación. Tal vez pueda decirse lo mismo sobre las vastas y poco conocidas riquezas naturales de Cuba. Antes de realizar este viaje, para mí Cuba significaba Castro, los habanos, playas seductoras y ritmos afrocubanos embriagadores.
Ahora sé que es un lugar que posee una biodiversidad inimaginable. Con la ayuda del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba, me otorgaron el acceso sin precedentes a un sitio natural en una de las islas más prístinas del mundo.
Durante el viaje de cinco meses a través de miles de kilómetros zigzagueando, fotografié el comportamiento de animales salvajes rara vez documentados, y llegué a ver a Cuba como otra Galápagos, preservada por la falta de desarrollos y por la voluntad férrea de las personas comprometidas a conservarla.
Con una extensión territorial de 1 200 kilómetros aproximadamente, Cuba abarca la mayor diversidad de paisajes y vida de las Antillas. Estos hábitats surgieron de los suelos compuestos por varios tipos de rocas fusionadas conforme la placa del Caribe embestía a la placa Norteamericana, creando una cordillera submarina que a la larga formó las Antillas Mayores.
Es una tierra angosta y extremosa, y vaya que me tocó experimentar algunos de los extremos. Al serpentear por las cuevas mogote, sostuve osamentas casi desmoronadas de algunos mamíferos extintos hace mucho, debido a la caza humana, a las enfermedades y a la depredación.
Observé una de las ranas más diminutas del mundo que saltaba por las capas de hojas de una selva fluvial. Me uní a la búsqueda infructuosa durante dos semanas para localizar al solenodonte, un mamífero insectívoro que ha sido cazado, casi hasta extinguirse, por los perros y gatos salvajes.
Colgado de una cuerda a 45 metros del suelo, fotografié al ceibón, endémico de la región, que crece hacia fuera por la ladera de un farallón. Y luego, por supuesto, llegamos a los pantanos. Con 15 000 hectáreas, la Reserva de la Biosfera de la Ciénaga de Zapata es la zona más extensa de Cuba, designada como un Humedal de Importancia Internacional, principalmente para las aves acuáticas.
Pero yo había venido por los cocodrilos. Un rincón remoto y aún sin protección del pantano Zapata es el hogar para más de 3 000 cocodrilos cubanos, la población más abundante de esta feroz especie en peligro de extinción.
Fuente: www.ngenespanol.com