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27 Abril 2024

“No a la Violencia”

Ray Ortega.

Ray Ortega.

Fe y vida

Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Vivimos en un mundo plagado de violencia, tanto callejeras, domesticas, de sexo, y familiares. Si leemos los periódicos veremos que en la primera plana de los mismos siempre hay alguna noticia de violencia, lo mismo pasa con cualquier medio de comunicación, bien sea la radio como la televisión, o la misma computadora por la cual nos llegan a diario escenas de violencia.

Es que los seres humanos nos hemos acostumbrado a vivir en medio de la violencia. Esto lo vemos en las calles de nuestra ciudad, las personas que transitan y conducen por las mismas se han vuelto violentas y agresivas, y es hora que tomemos conciencia que con la violencia no se llega a ningún lado. Dice un refrán: “Que más se gana con una gota de miel, que con un barril de hiel”.

Nos hemos vuelto tan violentos que muchas veces queremos tomar la ley por nuestras manos, abusamos despiadadamente pegándoles o maltratando a nuestras esposas e imponemos castigos muy pero muy severos a nuestro hijos pegándoles fuertemente para que aprendan, sin darnos cuenta muchas veces que eso no funciona. Que en la mayoría de los casos con un buen consejo o con una reprimenda se aprende más que con los golpes.

Llegaron a mis manos dos historias, una escrita y la otra en un CD que me regalaron. La primera escrita por el Doctor Arun Gandhi, nieto de Mahatma Gandhi. Fundador del Instituto Vida Sin Violencia.

El Doctor Gandhi, nació en 1934 en Durban, Sur África, escritor de varios libros entre ellos la Política y Pobreza en La India. Se fue a vivir a La India después que contrajo matrimonio y trabajó por 30 años como escritor para el periódico El Times de India, y la historia que él cuenta es esta: “Yo tenía 16 años y estaba viviendo con mis padres en el Instituto que mi abuelo había fundado en las afueras, a 18 millas de la ciudad de Durban, en Sudáfrica, en medio de plantaciones de azúcar. Estábamos bien al interior del país y no teníamos vecinos, así que a mis dos hermanas y a mí siempre nos entusiasmaba el poder ir a la ciudad a visitar amigos o ir al cine, un día mi padre me pidió que lo llevara a la ciudad para asistir a una conferencia que duraba el día entero y yo aproveche esa oportunidad. Como iba a la ciudad mi madre me dio una lista de cosas del supermercado que necesitaba y como iba a pasar todo el día en la ciudad mi padre me pidió que me hiciera cargo de algunas cosas pendientes, como llevar el auto al taller. Cuando me despedí de mi padre él me dijo: Nos vemos aquí a las 5 p.m. y volvemos a la casa juntos. Después de completar muy rápidamente todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano. Me concentré tanto en la película de John Wayne, que me olvidé del tiempo. Eran las 5:30 p.m. cuando me acordé. Corrí al taller, conseguí el auto y me apuré hasta donde mi padre me estaba esperando. Eran casi las 6 p.m., y me preguntó con ansiedad: ¿Por qué llegas tarde? Me sentía mal por eso y no le podía decir que estaba viendo una película de John Wayne; entonces le dije que el auto no estaba listo y tuve que esperar…esto lo dije sin saber que mi padre ya había llamado al taller. Cuando se dio cuenta que había mentido, me dijo: Algo no anda bien en la manera como te he criado, puesto que no te he dado la confianza de decirme la verdad. Voy a reflexionar qué es lo que hice mal contigo. Voy a caminar las 18 millas a la casa para pensar sobre esto. Así que vestido con su traje y sus zapatos elegantes, empezó a caminar hasta la casa por caminos que no estaban ni pavimentados ni alumbrados. No lo podía dejar solo,…así que yo manejé 5 horas y media detrás de él…viendo a mi padre sufrir por una mentira estúpida que yo había dicho. Decidí desde ahí que nunca más iba a mentir. Muchas veces me recuerdo de ese episodio y pienso…Si me hubiese castigado de la manera como nosotros castigamos a nuestros hijos, ¿hubiese aprendido la lección…la lección?

¡No lo creo! Hubiese sufrido el violento castigo y hubiese seguido haciendo lo mismo. Pero esta acción de no violencia fue tan fuerte que la tengo impresa en la memoria como si fuera ayer.

Ahora les cuento con mis palabras lo que escuche en el CD que me regalaron: Cuentan que una familia compró un auto nuevo, un día salieron de compras y los padres dejaron al hijo menor encerrado en el auto, este como estaba aburrido agarró un marcador y se puso a garabatear los asientos del nuevo auto, cuando sus padres regresaron de la tienda, su padre se enfado tanto que le pegó muy fuertemente al niño en sus manitos, fue tan grande la golpiza en las manos del niño que hubo que llevarlo al hospital, allí lo intervinieron y lo dejaron hospitalizado, sus padres se fueron a la casa a dejar lo que habían comprado cuando de pronto sonó el teléfono y era una llamada del hospital donde solicitaban la presencia de su madre y de su padre urgentemente. Cuando llegaron al hospital el doctor que atendió al niño le dijo al padre que él le había pegado tan fuertemente al niño en sus manitos que no había nada que hacer, que solo pudo cortarle sus dos manitos. Llevó al padre al cuarto donde estaba el niño con sus manitos cortadas y este le dijo: Papa, yo no vuelvo a hacer más, pero por favor devuélveme mis dos manitos.

Mis amigos, ¿verdaderamente valió la pena esa violencia del padre con su hijo pequeño? Yo opino que no, no sé ustedes. Por eso digo, No a La Violencia.

Termino con el Versículo 8 de la Carta de Santiago, Capitulo 2 que dice: “Si cumples la ley realmente como está en la Escritura: Ama a tu prójimo como a ti mismo, obras bien”.

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