No descartemos una persecución religiosa

Miguel A. MatosTenemos la firme convicción que ningún gobierno puede solucionar  los problemas económicos y sociales de ningún país por más leyes y disposiciones que tenga y dicte, hasta que no se produzca  un cambio  radical en el espíritu del ser humano, producto de un nuevo nacimiento, y sólo  esto se logra a través  de Jesucristo, el Hijo del Dios viviente.

 Quiero señalar que Dios no envió a Jesucristo a este mundo a establecer una religión determinada, sino más bien a rescatar al hombre del pecado, por lo cual realizó la obra de redención, en la cruz del calvario, con el propósito de salvarlo física y espiritualmente a fin de que disfrute de una vida de santidad  y de amor al prójimo, y sea un ente importante para el progreso y desarrollo de su país.

 Eso se logra cuando los cristianos, nacidos de nuevo espiritualmente, oran, obedecen a Dios y  predican,  por todos los medios a su alcance, el  evangelio de Jesucristo, que es poder de Dios para todo aquel que cree.  Un país con una población de cristianos transformados recibe la bendición de Dios, y por ende,  progresa  física y espiritualmente, por lo que tenemos que evitar que aquí se geste una persecución religiosa, gestada por Satanás y sus demonios como está ocurriendo en otros países.

En estos tiempos,  Satanás,  el enemigo de las almas, que fue vencido por Cristo,  lucha para que el hombre no se salve, sino que se vaya al mismo infierno, por lo que le ofrece las  cosas materiales del mundo,  siendo así  miserablemente engañado por el padre de mentira.

Sin embargo, hay países con culturas que abrazan  distintas religiones, pero por contradicciones en las creencias muchos de sus habitantes son perseguidos, violando  sus derechos a la libertad religiosa, apresados y muertos,  y no es raro que eso esté ocurriendo ahora.

Al respecto, tenemos la consolación de Jesús, quien  dijo: «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5, 10-12).

Aunque la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión  es garantizada por la Declaración Universal de los Derechos  Humanos, no constituye un obstáculo para que los cristianos sean discriminados y perseguidos en muchas partes del mundo.

La libertad de culto o libertad religiosa, lo que busca el mundo,  es un derecho fundamental que se refiere a la opción de cada ser humano de elegir libremente su religión, de no elegir ninguna (irreligión), o de no creer o validar la existencia de un Dios (ateísmo y agnosticismo) y ejercer dicha creencia públicamente, sin ser víctima de opresión, discriminación o intento de cambiarla a la fuerza.

Este concepto va más allá de la simple tolerancia religiosa que permite, como una concesión graciable, el ejercicio de religiones distintas a la impuesta oficialmente, en situaciones de confesionalidad del Estado propias del Antiguo Régimen. En las democracias modernas generalmente el Estado garantiza la libertad religiosa a todos sus ciudadanos, pero en la práctica la elección del credo está dado  generalmente por costumbres familiares y sociales, asociándose frecuentemente ciertas sociedades a ciertas religiones.

Además  las situaciones de discriminación religiosa o intolerancia religiosa siguen siendo muy frecuentes en distintas partes del mundo, registrándose casos de intolerancia, preferencia de una religión sobre otras y persecución a ciertos credos o a quienes no siguen ninguno.

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.

 ¿Por qué padecen persecución los discípulos de Cristo? ¿Cómo es posible que gente buena sea perseguida y maltratada?  Por Cristo, por justicia. Mateo 5:10,»Por causa de la justicia»; 5:11, «por mi causa»; Juan. 15:21, «por causa de mi nombre». Juan. 15:20, «El siervo no es mayor que su señor», nos persiguen, porque persiguieron a Cristo y somos sus seguidores. Somos como Él.

Además, no somos del mundo. Juan 15:19-21, «Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo … por eso el mundo os aborrece». Los miembros de la iglesia que son mundanos son amados por el mundo. «¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!» Lucas 6:26.

También, el buen ejemplo ofende al mundo. A los mundanos no les gusta la «luz» (el buen ejemplo) de los cristianos.  Compárese Daniel  6:1-17. ¿Por qué aborrecieron a Daniel? Por su integridad. También Hebreos  11:7, con el ejemplo de obediencia Noé condenó al mundo de desobedientes. Los malvados persiguen a los hijos de Dios, porque el buen ejemplo de éstos sirve como conciencia para aquéllos, y la quieren callar. Les molesta, les irrita, y no quieren ser estorbados.

En Mateo 5:11, Jesús dijo: «Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo». En Lucas. 6:22, «Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre», y en Lucas 6:26: «¡Ay de vosotros, cuando todos los hom­bres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas».

     Asimismo, los humanistas que destronan a Dios y exaltan al hombre nos llaman «fanáticos», «radicales», «derechistas», etc., porque defendemos la moralidad bíblica, la santidad del matrimonio, la disciplina de los hijos, etc., y porque condenamos el aborto, toda clase de inmoralidad sexual (incluyendo la homosexualidad), el uso de drogas, el suicidio, la eutanasia, etc.

  Dios le bendiga.

Fuente la Biblia.