Si la más reciente canana haitiana fuese sólo por el agua, sería irrefutable entre cristianos la invocación de algunos a la piedad ante el sediento. Igualmente, habría que considerar el ofrecimiento de Juan Vicini de donar las bombas y pozos para los agricultores de Marlboroux.
Penosamente se trata de mucho más, de la legalidad que fundamenta toda cultura civilizada, incluyendo la caridad o la ayuda social. La antropóloga Margaret Mead afirma que el primer signo de civilización en una cultura no son las herramientas ni el lenguaje. Descubrir un fémur humano (hueso del muslo) roto y curado fue la primera prueba de civilización. Cualquier animal salvaje muere si se rompe una pierna. No puede huir del peligro, ir al río a beber agua ni buscar comida. Es cena de depredadores. No sobrevive tanto para que su hueso sane.
La curación significa que otra persona trató la herida, alimentó y cuidó al accidentado hasta que se recuperó. Según Mead “ayudar a otro a superar una dificultad es el inicio de la civilización”. Seamos pues civilizados, pero sin barbaridades ilegales, porque Haití muestra a dónde conduce la ilegalidad.