Tengo un compromiso con ella. Meses antes de mi madre morir me reclamó por qué no demandaba la protección de la vida de los jóvenes, aquellos que matan constantemente. Con sus escuetas palabras tomo aliento para afirmar: “Están matando más jóvenes que en la época de los doce años de Balaguer”. Aquellos años bañados de sangre dejaron cicatrices en Guarina Elena, como se llamaba; un miedo visceral que nos transmitió con la leche templada y en cada canción como dice Joan Manuel Serrat.
En la VI Cumbre de las Américas, celebrada en Cartagena de Indias, Colombia, concluyó sin una declaración final, con tantos problemas que nos atañen a todos y todas.
América del Sur, Centro América y el Caribe tienen más de 174 millones de personas que carecen de los ingresos necesarios para cubrir sus necesidades básicas (alimentación, educación, sanidad, vestimenta, transporte). La región sigue siendo la más desigual del mundo. Esta desigualdad es el caldo de cultivo para el crimen y el conflicto social.
En nuestro país la violencia y la corrupción asociadas al narcotráfico representan una amenaza a la seguridad ciudadana y a la estabilidad democrática. El haber dejado el control del tráfico de las drogas en manos de los militares no ha sido efectivo, al menos para eliminarlo. Los que se oponen a legalizar el tráfico de drogas no han logrado reducir ni la producción ni el consumo. Quizás despenalizar el tráfico podría reducir uno de los problemas más grandes de estos momentos en la región: la violencia endémica que aniquila a millares de seres humanos todos los días.
Existen grandes intereses económicos y políticos entre los narcos y el poder. Los traficantes están en connivencia con políticos, policías, militares, empresarios, etc., para poder introducirla en el país y para poder venderla impunemente.
Estados Unidos es el mayor importador de drogas ilegales, reconoce su responsabilidad porque por alguna puerta es introducida a este país, pero se opone a su legalización. Mientras ellos ponen los consumidores, el resto de América pone los muertos.
El consumo de drogas es un tema de salud, es necesario implementar campañas para la prevención y programas de apoyo para la recuperación de las y los adictos. La legalización del tráfico de drogas es una herramienta para reducir la violencia y la corrupción.
No es casualidad, pero descubro un punto de encuentro entre legalizar el tráfico de drogas y despenalizar la interrupción del embarazo: gran parte de la sociedad no quiere ver las evidencias, prefieren ver los muertos, así defienden la vida.