Hace ya 37 años empezó a gestarse el proceso que observamos en pleno siglo XXI de desintegración del conglomerado que habita la parte occidental de La Española, isla compartida en el Caribe por haitianos y dominicanos.
Fue la porción occidental una vez la colonia más rica de Francia, potencia colonial que amontonó en un espacio tropical a centenares de miles de esclavos africanos.
En realidad Haití siempre ha sido un territorio habitado por personas atrapadas en crisis profundas económicas y políticas, pero la de ahora la está llevando a su desaparición progresiva en los años y decenios porvenir.
La Revolución Francesa que estalló en 1789 produjo sus efectos en la colonia, bañada de violencia y sangre que el emperador Napoleón Buonaparte no pudo contener cuando envió en 1802 a su cuñado Enmanuel Leclerc con una expedición de miles de soldados.
Francia había extraído durante más de cien años el fruto del trabajo de los esclavos y de las riquezas agrícolas de la porción de territorio occidental de la isla que le había cedido la Monarquía Española tras acuerdos entre potencias europeas en los siglos XVII y XVIII.
Ahora las potenciales riquezas mineras y otros recursos de Haití habrán de ser transferidos con el pasar del tiempo a los poderosos intereses oligárquicos propios asociados a las potencias extranjeras que manipulan a las fuerzas internas y externas que oprimen al pueblo haitiano.
Ni República Ni Sociedad
Cuando me refiero a la completa desintegración del conglomerado confundido como República de Haití o mal llamada Sociedad Haitiana, estoy aludiendo a dos términos o categorías sociales inexistentes en la parte occidental de esta isla conforme a los cánones de la Civilización Cristiana Occidental.
Escribo y afirmo que en Haití no ha existido ni Estado ni Sociedad como la conciben franceses, ingleses, españoles, norteamericanos. Pero no lo afirmo yo solamente, pues dos grandes pensadores y estadistas dominicanos habían manifestado este criterio de distintas maneras.
En términos concretos, prácticos, esos dos líderes fueron el fruto del Pueblo de la República Dominicana, pueblo que ha demostrado en la parte oriental de la isla La Española que se puede construir un mundo muy diferente al que existe en el territorio occidental.
Cuándo Empezó Este Desastre
El desenlace de este desplome final comenzó a incubarse tras los disturbios que ocurrieron en febrero de 1986 luego de la expulsión de Haití del dictador Jean Claude Duvalier, hijo del otro dictador, su padre, Francois Duvalier. Desgobernaron los Duvalier a Haití desde 1957. Naturalmente que fueron estos dos la reencarnación o el resumen de otros personajes similares de la historia haitiana.
Seis meses después de la caída del último Duvalier, en agosto del 1986 se producía el retorno de Joaquín Balaguer al Poder en la República Dominicana. Balaguer había sido el último presidente de la República en la Era de Trujillo y le correspondió dirigir la transición democrática después del ajusticiamiento del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina (1930-1961).
Entonces Balaguer y Bosch Dirigían
Joaquín Balaguer y Juan Bosch son hoy un referente y dos patriotas que a la mayor brevedad juntos tendrán que ser colocados en el Panteón de la Patria, pues ambos condujeron a su país a un proceso de convivencia pacífica y desarrollo después de la caída de la dictadura de 31 años de Rafael Trujillo en 1961.
Balaguer me hizo tomar conciencia en 1993 cual era el principal obstáculo o problema de nuestro país: era Haití, un lugar donde Bosch nos dijo una vez que lo que había era un conglomerado de seres humanos amontonados y sin organización civilizada.
Quienes en la República Dominicana durante los últimos sesenta años ejercieron la actividad política supieron entender cómo se dirige una sociedad democrática y civilizada.
Indiscutiblemente que en algún momento asimilaron las enseñanzas de Balaguer y Bosch, entre ellos José Francisco Peña Gómez, Jacinto Peynado, Jacobo Majluta, Carlos Morales Troncoso, Leonel Fernández, Antonio Guzmán, Hipólito Mejía y Danilo Medina -para mencionar algunos-.
Para el progreso de esta sociedad dominicana profundamente democratizada, con deficiencias que habrá de seguir superando, desde 1961 y 1963 el país contó con un liderazgo político sabio, y también con militares, empleados públicos y privados, obreros, campesinos, empresarios (hicieron éstos buenos negocios), profesionales en distintas áreas del saber, técnicos, religiosos, artistas, mujeres y hombres.
En Haití No
En Haití la prevalencia de la vida civilizada como la concibe el Mundo Cristiano Occidental nunca existió.
Sin embargo, aquí una minoría muy minoría de supuestos políticos y comunicadores se empecinó durante muchos años en vender la idea contraria a la realidad haitiana.
Es el negacionismo del sector minoritario pro haitiano de pocos y malos que siguen ocupando posiciones importantes y aún están presentes en diferentes grupos sociales. Aunque son ya minorías identificadas, conservan poder y capacidad de intriga y boicot a los intereses nacionales, y lo demuestran con ejemplos muy concretos de hechos en los cuales han incidido o siguen incidiendo.
La suerte del conglomerado haitiano pende como una amenaza sobre el destino de la República Dominicana, la nación que cuidaron Bosch, Balaguer y sus discípulos a pesar de sus errores y debilidades humanas.
Frente a lo que se avecina en toda la isla La Española, con la próxima llegada al territorio occidental de soldados provenientes de Estados anómalos del África y de algunos países afrocaribeños (una nueva invasión como otras que han empeorado las condiciones de vida en Haití), todos los hombres y mujeres dominicanos debemos unirnos y tener Fé en Dios y en los principios y valores que dieron origen y mantienen vivo desde hace más de 500 años al Pueblo Dominicano.