Cuando hablamos de la política folklórica del dominicano hay que remontarse a los tiempos cuando el descubridor de América, Cristóbal Colón, en el 1492, nos desgració al pisar esta isla, habitada por aborígenes pacíficos, en un ambiente de libertad, y ocupados en subsistir, con un mínimo de esfuerzo, en una tierra salvajemente fértil. Pero los aventureros españoles que vinieron a buscar y no a aportar, despojaron a la isla de todo, e incluso casi acabaron con los nativos en un período de 14 años.
Para aliviar la suerte del remanente indígena, el Fray Bartolomé de las Casas, recomendó importar esclavos de África, creándose, a través del tiempo, un engendro de españoles, indios y africanos, evolucionando en lo que hoy se conoce como la casta dominicana. Y lo peor es que en nuestra herencia genética traemos al depredador español, al holgazán indio y al salvaje africano.
Esa herencia, que llevamos en la sangre, se deja ver en la actividad política, como son el canibalismo, la holgazanería y la inconformidad. Da lástima ver lo bajo que ha caído el debate entre los dirigentes políticos, que en lugar de exhibir sus mejores programas de gobierno, y merecer así la preferencia del electorado, éstos inspiran el rechazo.
Eso ha dado lugar que los criollos tengan una concepción ambigua de la política y los políticos, por aquello de “palo si boga y palo si no boga”. Cuando un gobierno desarrolla una política de construcción lo critican, y si no hace nada también. En los gobiernos de Joaquín Balaguer, cuando levantó obras en Santo Domingo y en el interior, que fueron consideradas como de “relumbrón”, en aquellos tiempos, hoy se reconoce que son útiles.
Lo mismo ocurrió con las obras levantadas durante los gobiernos perredeístas de Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco e Hipólito Mejía, aunque con más sombras que luces, fueron también criticadas por sus opositores. Esas obras están ahí para el beneficio de todos.
Los anteriores regímenes de Leonel Fernández, desarrolló una política vial, con elevados y túneles para descongestionar el tránsito de Santo Domingo. Las críticas llovieron, pero las obras son hoy de utilidad. Ahora, en su actual gestión, ha sido crucificado por la construcción del metro de Santo Domingo que, a juicio de opositores, no era el momento adecuado, pero hoy los capitaleños disfrutan de ese moderno medio de transporte.
Concluimos que los últimos gobiernos han tenido, sus más y sus menos, y que con los venideros también sucederá lo mismo, porque el dominicano, con esa herencia genética indo-hispana-africana nunca estará totalmente conforme con los políticos, ni con sus gestiones. Los hechos hablan y están ahí.
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