A escala mundial la relación entre los partidos políticos y las organizaciones de la sociedad civil está fracturada. Y con la ciudadanía, salvo en los momentos de campaña electoral –y en algunos casos también en ese escenario está deteriorada—la relación de los partidos políticos se caracteriza por la fragmentación y la dificultad.
Es un fenómeno contemporáneo extendido, que se manifiesta en el surgimiento de movimientos anti política y nuevos modos de la política, de protestas y ocupación del espacio público y de surgimiento de propuestas para nuevas formas de ejercicio de la democracia. Tal es el caso de movimientos como el 5 estrellas, en Italia; de propuestas como el partido X, movimientos como “democracia ya” y situaciones extendidas de protesta desde oriente a occidente y de sur a norte en escala global.
En República Dominicana hemos visto expresiones de este tipo desde hace unos pocos años, y en los últimos dos años se han recrudecido. Las redes sociales, por ejemplo, son un hervidero de disensiones y disidencias en las que se nota el distanciamiento entre ciudadanía activa y militancia política de los tradicionales partidos de masas. De nuestro país, sin embargo, se podría decir que es uno de los que expresa este fenómeno en forma más moderada en tanto el sistema político, por factores que requieren de análisis adicional, todavía conserva un alto grado de adhesión.
Pero es indiscutible que se está en un proceso de transición hacia nuevas formas de expresión política en las que los movimientos ciudadanos, las organizaciones de la sociedad civil, los espacios virtuales y las nuevas tecnologías de comunicación, jugarán un papel cada vez más determinante. Lo que está sucediendo es el resultado de por lo menos dos tendencias que se contraponen. Por un lado está el incremento absolutamente asombroso de las capacidades de comunicación, interacción y relaciones horizontales derivada de la explosión de las tecnologías de información y comunicación que tienen su más alta expresión en las redes sociales y los dispositivos móviles de comunicación.
Por la otra parte, la gestión pública profesionalizada, inherente a las formas modernas de organización social en las sociedades pos industriales, genera tendencias en la clase política hacia el surgimiento de fuertes intereses corporativos, que en muchos casos suplantan con la lógica burocrática la necesaria representatividad indispensable para la gobernabilidad.
¿Cómo se resuelven estas tensiones conflictivas? Lo que ha estado pasando a lo largo y ancho del mundo, en sociedades muy disímiles indica que el problema es de tal complejidad que no hay respuestas ni soluciones fáciles. Desde las movilizaciones anti globalización que ocurrieron en el nordeste de los Estados Unidos hace más de diez años (Seattle, contra una reunión mundial de representantes económicos), pasando por las violentas protestas en Francia, durante el gobierno de Sarkozy, las primaveras árabes, las mareas en España, los de Ocupa Wall Street y las recientes protestas en Brasil, en todos los casos lo que se hace evidente es que las convenciones políticas actuales no están resolviendo muchos de los reclamos que se gestan en la sociedad.
¿Estamos en la sociedad dominicana gestando factores de conflicto que podrían desembocar en situaciones como las mencionadas respecto de otros países? Hay quienes responden que sí. Pero lo que nadie se aventura es a dar con recomendaciones concretas, acerca de cuáles asuntos deben ser incluidos urgentemente en las agendas de la gestión pública y de la gestión de la política para que superemos esos conflictos entre ciudadanía y política, entre la calle y las instituciones que se afirma que están en gestación.
La actual administración gubernamental está demostrando vocación de diálogo y apertura y sensibilidad hacia los temas de interés para la sociedad civil como nunca antes se había hecho, esfuerzo que inició con el programa de gobierno, resultado de un intenso trabajo de consulta, estudio y síntesis de propuestas y demandas de los sectores sociales.
En este escenario, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), el cual milito, avanza hacia su VIII Congreso Norge Botello, con varios de esos tópicos y dimensiones en su agenda de discusión, pareciendo evidente la necesidad de introducir innovaciones y desarrollar rápidamente nuevas actitudes, destrezas y capacidades que motoricen cambios en su cultura política, que permitan anticiparse a una crisis de representatividad que dificulte las condiciones para producir gobernabilidad.
De lo que ha estado sucediendo en otros países, de sus crisis y soluciones parciales (buenas o malas) se derivan algunas líneas guías que podemos incorporar desde ya. A eso me referiré en mi próximo artículo.