Hablamos de vanguardias capaces de reivindicar y renovar el concepto de las soberanías específicas de nuestras naciones en una soberanía más grande, de carácter multinacional y multiétnica, vanguardia de las nuevas independencias nacionales y la nueva independencia continental.
Se trata precisamente de una vanguardia que sea capaz de defender la pertinencia estratégica de un nuevo socialismo, lo cual exige de un proceso de recreación del proyecto revolucionario respecto a los modelos estatistas-burocráticos que colapsaron en el siglo XXI.
Sólo así puede superarse dialécticamente la derrota estratégica sufrida por los socialismos del siglo XX y dotar a esta nueva época de un nuevo mito revolucionario.
Las vanguardias de las democracias participativas, de la nueva independencia y el socialismo del siglo XXI, deben ser vanguardias del pueblo trabajador y de los pobres, vanguardias indígenas, vanguardias feministas, vanguardias ecologistas-ambientalistas, vanguardias anti-racista y anti-xenófoba, y fuente de juventud combativa.
Las capacidades innovadoras de los pueblos son inagotables. ¿Quién iba a pensar que una organización de militares-intelectuales venezolanos, de militares revolucionarios, junto a un conjunto de dirigentes históricos de las izquierdas, se iba a convertir en un importante factor de reconstitución inicial de la vanguardia política revolucionaria de Venezuela?, todavía pendiente de un proceso de avance, reflexión y reajustes en mayor escala y profundidad, siempre presente los riegos de estancamiento y regresión si no se consolida esa fuerza conductora.
Cada vez está más claro que para avanzar en las transformaciones anticapitalistas en medio de la presente crisis integral del capitalismo, para crear socialismo desde la resistencia, la movilización y la indignación, se necesita avanzar en la conformación de las vanguardias socialistas necesarias para estos nuevos tiempos.
· El cambio y las izquierdas necesarias.
El cambio necesario –como sugerían los Sin Tierra de Brasil- nos exige «formación-conciencia», «organicidad-estructuras» y «movilización-lucha». Esa es la médula de las enseñanzas de Lenin deformadas por el estalinismo y otras corrientes dogmáticas.
Esto implica un pensamiento colectivo basado en líneas bien definidas y un accionar en correspondencia con el mismo: «Pensar y actuar, pensar y hacer», unidad dialéctica.
Exige claridad respecto a la realidad donde se actúa y precisión de objetivos.
Exige al tiempo de una reformulación de las vanguardias, una especie de rearme y re-formulación de la insurgencia necesaria para abrirle cauce a la derrota de un capitalismo decadente y destructivo, y recrear y rearmar la utopía socialista como sueño realizable.
· Qué tipo de insurgencia ante un poder tan destructivo.
No hay espacio ni razón para renunciar a la rebeldía global, a la insurgencia global, a la contra-violencia violenta, aunque sea necesariamente precedida y/o acompañada –y así es y será- de formidables movilizaciones “pacíficas”, las cuales frente a la agudización de la violencia dominante tienen sus puntos de agotamiento.
En la masividad de una insurgencia multifacética -no solo en las simples y heroicas guerra de guerrillas de los tiempos del Che, y no solo portando algunas armas de infantería- estará una de las claves de la conquista de una paz estable y duradera, desplazando poderes constituidos y creando poderes alternativos.
Otra de esas claves consiste en superar la propuesta de un poder que sencillamente se toma o se conquista, abriéndoles cauce al poder que se construye desde abajo por los y las de abajo. Que se consolida como poder paralelo en todo el territorio en disputa. Que se torna poder constituyente con capacidad de demoler el poder dominante representado por Estados al servicio del capital y de sus componentes empresariales, con capacidad para crear lo nuevo.
Así creación, desarrollo toma y destrucción del viejo poder irían de la mano, desatando múltiples energías positivas.
La vía seria necesariamente la combinación de todos los métodos, tanto lo impropiamente llamados pacíficos como los necesariamente violentos, en una escala que implique –según las características de cada instancia, vanguardias y pueblos, y con variados niveles de ejercicio de todas las modalidades de acción en cada componente.
Esto exige de una autentica revolución tecno-científica (incluida la vertiente de inteligencia y la guerra digital y mediática) en el seno de las fuerzas transformadoras, y de un apego irrenunciable al carácter multitudinario de las resistencias y las ofensivas populares hasta el punto que logren fraccionar y traspasar al campo popular-revolucionario importantes unidades y medios de alta calidad, capaces de ayudar a lograr un cambio plenamente favorable a los pueblos en cuanto a correlación de fuerza respecto a las elites dominantes.
Pero ante todo requiere persistencia en las revoluciones integrales plenas de amor por el ser humanos y su maravilloso entorno natural.
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