REDACCIÓN.- El obispo nicaragüense Rolando Álvarez, crítico del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, denunció este viernes que está retenido en su curia por fuerzas policiales sin saber la razón, y la vicepresidenta del país, Rosario Murillo, advirtió que «provocar» es un delito.
«Nos encontramos reunidos, en el nombre del Señor, en esta capilla de la Misericordia y retenidos por las fuerzas policiales», señaló el alto jerarca quien, junto a seis sacerdotes y seis laicos, se mantiene sitiado desde el jueves en el Palacio Episcopal del departamento de Matagalpa (norte).
El religioso dijo a través de la plataforma digital de la diócesis que dirige que desconoce la razón por la cual lo tienen retenido y que tampoco sabe hasta cuándo permanecerá sitiada de policías la casa cural.
Por su lado, la vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, dijo a través de medios oficiales, sin mencionar al obispo, que «provocar, hacer ostentación de impunidad es un delito sobre todo cuando lo que se provoca es discordia, desenfrenos, no estamos para eso».
Las declaraciones de Álvarez y Murillo es el más reciente roce entre el Gobierno de Ortega y la Iglesia católica, que empeoró el jueves cuando agentes de la Policía nicaragüense impidieron la celebración de la misa matutina en la Catedral de Matagalpa, ante lo cual el purpurado salió a la calle a orar con el Santísimo Sacramento en lo alto, y luego se arrodilló y clamó a Dios, en presencia de los agentes.
Murillo, quien en la víspera afirmó que los símbolos sagrados del catolicismo habían sido «manipulados», resaltó que «generar descrédito hacia esas instituciones que merecen respeto también es un delito».
Durante una misa telemática, el obispo llamó a los fieles católicos a «mantener viva la esperanza, a mantenerse fuerte en el amor, y a vivir en la libertad de los hijos de Dios, sabiendo que el Señor cumplirá su palabra: El Señor restaurará a Nicaragua».
En tanto, la primera dama, quien es consuegra del jefe de la Policía Nacional, Francisco Díaz, se refirió a los crímenes de odio, que desde 2021 están penados con cadena perpetua en Nicaragua.
«Recordémonos todos que el odio es un crimen, que todo crimen es un delito, y un delito que debe investigarse, y luego también desde las instituciones respectivas tomar las medidas pertinentes», anotó Murillo.
En la misa de este viernes, Álvarez oró «también por quienes nos tienen retenidos, seguimos pidiéndole al Señor que les bendiga sus vidas, sus matrimonios, sus familias, sus trabajos, que el Señor les bendiga sus alimentos, sus pasos».
Asimismo, agradeció a los «millones de hermanos y hermanas que desde ayer han estado pendientes de nosotros: sigan estándolo».
El obispo afirmó que, además de los sacerdotes nicaragüenses, también mostraron «cercanía y solidaridad» los miembros del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), que aglutina a los obispos de Latinoamérica y el Caribe.
Las relaciones de Ortega y Murillo con la Iglesia católica han sido históricamente friccionadas, y se mantienen tensas desde el levantamiento antigubernamental de 2018, que el líder sandinista interpretó como un «golpe de Estado fallido» del cual todavía responsabiliza, entre otros, al Episcopado.