Uno de los signos de grandeza de los Estados Unidos es cómo sus autoridades, y su Departamento de Estado, velan por la integridad de sus ciudadanos que salen por el mundo como turistas, expatriados o en viajes de negocios. Recientemente, por las lamentables muertes de turistas gringos aquí (ninguno por balazos), en hoteles de playa, armaron un revolú tan grande que el turismo se resintió.
Veinte asesinados el sábado en Texas y otros nueve masacrados bárbara y cruelmente en Ohio, tiroteados en horas, más que anualmente aquí (ninguno baleado), ¿no es muchísimo peor? Recientemente en escuelas, comercios y discotecas en Las Vegas, Orlando, Newtown, Sutherland, Parkland, San Bernardino, Denver, Los Ángeles, Virginia Beach, Pittsburgh y Santa Fe, han matado 267 personas durante salvajes balaceras, masacres indiscriminadas realizadas por gringos.
Súmesele a eso miles de tiroteados individualmente -crimen incontrolado- y es una situación espeluznante que sólo ocurre reiteradamente en Estados Unidos. ¿No debería nuestra Cancillería emitir un aviso advirtiendo a nuestros compatriotas allá por tan inmenso, patente y aparentemente insoluble peligro mortal?
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