La reunión entre Hipólito Mejía y Danilo Medina, horas después del inicio de Décimo Congreso del PLD, es mucho más que el alegado deseo de renovar una amistad que más bien es una relación de mutua conveniencia entre colegas estadistas. En política es de ingenuos creer en coincidencias fortuitas, pues es más fácil que coincidan intereses, por motivos que —sin ser muy transparentes ni conocidos— sí son vislumbrados por expresidentes con experiencia y sagacidad. Por ejemplo, a don Hipólito le han estado incordiando algunos comunicadores allegados a peligrosos mafiosos recientemente excarcelados irregularmente, algo harto difícil por no decir imposible sin conocimiento o apoyo del más alto nivel. Al mismo tiempo, el Gobierno luce empeñado en que Leonel Fernández, némesis de los otros dos expresidentes, colabore con las reformas en curso. En otras palabras, el PRM pueda que esté por meter la pata y remenearla, motivando un resquebrajamiento de su unidad interna que puede debilitar su hasta ahora poderosa base de sustentación. Mejía tiene ganado merecer respeto del PRM.