A juzgar por las cuestiones absurdas o inexplicables que se suceden con frecuencia en nuestro país, parece que a pesar del tiempo transcurrido y de los avances alcanzados en diferentes órdenes, la Republica Dominicana sigue siendo la nación “insólita” que describió el gran intelectual y pensador Manuel Arturo Peña Batlle.
Querer restar validez a este aserto diciendo que cuestiones descabelladas y hasta aberrantes ocurren desde los inicios de la humanidad y actualmente hasta en las naciones más ricas y desarrolladas puede ser un ejercicio fallido y elusivo de la dimensión e impacto de los problemas que nos agobian.
En efecto, ya lo advertía el filósofo español José Ortega y Gasset en su libro España Invertebrada, al señalar lo improcedente de tal forma de analizar la realidad social cuando se argumenta que más o menos las mismas cosas ocurren de un país a otro, desconociendo con tal cazurro enfoque el peso y el rango particular que los hechos tienen en cada nación.
Decimos esto a propósito del escándalo que ha quedado al descubierto con la comercialización de un cargamento de azúcar crema importada de Brasil que contiene arena, lo cual constituye un peligro mortal para los consumidores, según ha advertido el Colegio Médico Dominicano (CMD).
Este caso mueve a profunda preocupación por las consecuencias para la salud de millones de consumidores, pues estamos hablando de un producto de consumo masivo que había entrado en fase de distribución cuando se detectó la contaminación.
Entonces surgen varios interrogantes: ¿Cómo se puede recoger toda la azúcar con arena que ha llegado a almacenes y colmados en diferentes zonas de la geografía nacional? ¿Cómo se puede establecer con la debida precisión si la ingesta con ese producto adulterado causó alguna muerte o serias complicaciones de salud a algunos ciudadanos?
Otra pregunta relevante: ¿Ningún organismo en el país que vele por la calidad de los alimentos que consume la población se preocupa de verificar de algún modo el estado de los productos que el país importa y que forman parte de la canasta familiar?
Además, resulta inexplicable que la República Dominicana tenga que importar azúcar para el abasto interno cuando en el país hay ingenios azucareros que tienen capacidad instalada para satisfacer adecuadamente la producción nacional.
Las autoridades tienen entonces una tarea por delante y un serio compromiso: investigar estas irregularidades y después de sancionar a los responsables, tomar medidas para que la salud de la gente no esté expuesta a riesgos potenciales por las acciones desaprensivas de quienes sólo actúan movidos por el lucro personal.
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