Claro que hablo de Elon Musk, cuya excentricidad adinerada le permite matar al pajarito de Twitter para cambiarlo por una X, incógnita a ser despejada. Ha degenerado, como coliseo con exceso de troles, bots, incordios y narcisistas, cada vez menos agradable.
A quienes no ponemos filtros, nos meten en debates sin procurarlo. Me etiquetaron en unos ataques al cristianismo y defensas de la legalización de la marihuana. La fe, en mi caso intermitente, es un asunto íntimo y personal. El cannabis, que idiotiza, tiene aplicaciones médicas, cuya legalización apoyo, así como su uso recreativo. “Aclarado eso”, triné (o equiseé), “por favor sáquenme de su discusión”.
Para confirmar el efecto embrutecedor, un activista de su despenalización me acusa de desinformar ¡en un debate en que me metió inconsultamente! Quienes fuman yerba no son criminales. Algunos tampoco son enfermos de otra cosa aparte de la adicción. Imputarme alcoholismo, una enfermedad, es argumento tonto, de idiotas, como decirle drogadicto al marihuanero. Gracias a Dios hace once años que no bebo y 35 que no fumo cigarrillos. ¿Usa algo Elon? Jejeje…