El veterano periodista y diputado Nelson Guillén ha criticado que el locutor y productor de televisión Rafael Corporán de los Santos muriera el lunes 5 de marzo en la madrugada triste y abandonado por los muchos amigos y conocidos a quienes ayudó toda la vida.
He ahí una de las razones por las cuales soy como soy, amén de las tachas de mi temperamento y mi personalidad.
Amigos y hasta familiares me catalogan como seco y distante respecto a actividades sociales fugaces, sobre todo velorios donde los muertos son categorizados como héroes inmaculados por los mismos que en vida los consideraban villanos. Desalmado será aquel que ose, en ejercicio de racionalidad, en coyuntura como la citada, desafiar la rutina tintada de oportunismo y considerar humano con defectos a quienes yazgan inermes en sus féretros.
Guillén no solo fungió como director de Noticiario Popular, el principal producto de Radio Popular, emisora que fue la vida de Corporán, por la que lloró sin cesar tras la venta obligada. Me consta que como ejecutivo o sin serlo, este profesional fue su consultor hasta el último minuto, aun sobre los temas más complejos. Corporán lo quería, confiaba en él, y él reciprocaba con sobrada lealtad.
Guillén no era sin embargo incondicional a su amigo.
A principio de 2001, a solicitud de Corporán, me llamó la conocida periodista Dania Goris para citarme al edifico donde operaban la emisora y la impresora. Una vez en el lugar, él no titubeó. Me recibió como si nos hubiésemos conocido de siglos, pese a que solo había estrechado su mano una vez, el 16 de agosto de 1996, en Palacio, durante la toma de posesión del Presidente Leonel Fernández, tras la presentación de lugar del dueño de Radio Mil, Manuel María Pimentel. En la ocasión, yo era el director y locutor de Radio Mil Informando.
Ya en el edificio que alojaba a Radio Popular, en la calle Charles Summer, salía de la primera exploración a la cabina de lectura de noticias, cuando se me acercó un hombre largo y flaco como un palo del tendido eléctrico. No le conocía, pero rápido me inspiró confianza. Había seguido nuestros pasos como director y locutor de noticias. Más para la campaña del 1996, cuando la coacción de influyentes de la política enmascarados de demócratas, llegaba a la agresión, al descrédito y a la gestión de cancelaciones del equipo que laboraba en el noticiario, por considerarlo desafecto y no manipulable.
“Mira, Tony, eres un muchacho bueno, déjame decirte algo: Corporán es excelente persona, pero es temperamental, muy cambiante… Lo quiero muchísimo, sobrellévalo…”, me aconsejó y se marchó. No he vuelto a ver a Guillén, pero agradezco su oportuno comentario.
En vida, muchos de los que hoy ya muerto le prodigan amores, veían en Corporán un mujeriego empedernido, dueño de las damas que trabajaban para él; un oportunista de la política, un simulador de amor por los pobres, un insaciable buscador de riquezas, explotador de empleados e instrumento de la más rancia burguesía, como acaba de decirme un amigo izquierdista radical.
Pero el Corporán que conocí era, tal como me contó Guillén, un hombre de carácter enigmático, preñado de ideas que le fluían por segundo, y por segundo trataba de ponerlas en práctica sin importar su complejidad y riesgos. Un hombre muy sensible ante los pobres e indigentes. Solidario extremo con los amigos. Un hombre que de repente parecía un niño juguetón con su gran empresa, de la cual vivía ufanándose –y con razón– del alto nivel de competencia tecnológica; la amaba, la mencionaba tanto como a su madre. Un hombre que lloraba y no temía al arrepentimiento cuando “metía la pata”…
Vale más un hombre que vino desde cargar sacos en La manicera, billetero, anunciador ambulante y vendedor de dulces, hasta locutor y empresario de radio y televisión… Vale más un hombre que vino de la indigencia y, semi-analfabeto, venció el resentimiento y las frustraciones. Vale más un hombre que no olvidó su origen, que se armó de esperanza, valentía y perseverancia, y cuando obtuvo riquezas, contrario a otros, sin estar obligado repartió una dosis de ella entre menesterosos.
Para la población es más útil, vale más un hombre así, con todo y defectos, que un simulador venido de Harvard, sin sensibilidad social, al servicio del mal, huérfano de los valores de la solidaridad y la amistad.
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