Sabemos que la pandemia es una enfermedad endémica que puede atacar a casi todos los individuos de una localidad, región, del mundo. Cada plaga tiene síntomas diferentes y mecanismos para frenarla y erradicarla. Actualmente, el Coronavirus arropa el universo. Todos los días cuentan los contagiados y muertos. Todavía, no hay medicina para la cura.
Reflexionando sobre el Coronavirus y nuestros problemas sociales, he llegado a la conclusión de que en el pais tenemos especies de pandemias que afectan simultáneamente la población; los afectados y muertes, no se cuentan; las plaga se han acomodado en la estructura del diario vivir. Dentro de ellas, tenemos la pandemia de la injusta distribución de la riqueza, de la corrupción, de matrimonios infantiles, del transfuguismo, de los NINES, de quiebra de negocios, de las dadivas, etc.; todas contaminan, produciendo muertes y hay medicinas.
La pandemia de la injusta distribución de la riqueza es cruel y dolorosa: un grupo exhibe riquezas, lujos, poder y busca aumentarlos, mientras la mayoría sumergida en la miseria añora un trabajo, un negocito, chiripear para atender las necesidades básicas de la familia y educar adecuadamente los hijos.
La pandemia de la corrupción: propia de la ambición sin medida; lluvia de malos ejemplos a la población; causante de la muerte de miles de personas por falta de comida.
La pandemia de los tránsfugas: producto de la carencia de firmes valores, de ideología, que les impiden pensar en el bien común. Esta plaga busca intereses personales y grupales; pasan con facilidad a otra parcela política, persiguiendo mejor tajada, poder, sin importarles los demás. Su fuerza en el pueblo aumenta en la medida en que más tránsfugas ambiciosos, se agrupen en el mismo espacio; son de fácil localización.
La pandemia de las contradicciones religiosas: lo que predican algunos líderes religiosos, difiere de sus actuaciones; no siembran credibilidad ni fe; llevan a perder la esperanza.
La pandemia de limosnas y dadivas: humilla, deforma; resta energía a un pueblo deseoso de ganar el sustento con el sudor de la frente.
La pandemia de la quiebra de negocios: propietarios con décadas de haberlos establecidos se han visto precisados a cerrar sus puertas y sus sueños.
La pandemia de los NINES: jóvenes que ni estudian ni trabajan; multiplicadores de pobreza; con futuro incierto, suelen infringir las leyes.
La pandemia de funcionarios, incumbentes engreídos: asumido el cargo, miran con altanería sus colegas, ni contestan sus llamadas.
Pandemia de jóvenes talentosos, capacitados, desempleados: andan con el currículo en las manos, buscando trabajo; urge la creación, en cada provincia, de una Oficina Territorial de Empleo, donde puedan depositar su solicitud y conocer de las demandas del sector productivo.
La pandemia de los matrimonios infantiles, de menores: es una muerte en vida para niños; obligándolos a llevar cargas de adultos, a parir.
La pandemia de los feminicidios: cada día agreden y asesinan más mujeres.
Estas pandemias, entre otras, superan los contagios y muertes que reportan por Coronavirus. Además, se llevan el tesoro más hermoso y valioso de la población: la paz, la tranquilidad, la esperanza. Las medicinas para combatirlas están en el escenario. Urge que nuestros gobernantes, con firmeza y coraje, ¡sin discriminación! se dediquen a erradicarlas; que no solo den facilidades a los ricos para desarrollar sus potencialidades, sino también a los pobres. Debemos combatir las pandemias alojadas en las estructuras, ¡en el alma de la sociedad! y que impiden el desarrollo integral, armónico y equilibrado de la nación.