La Semana Santa es un período siempre propicio para la meditación trascendente.
Para los cristianos practicantes son días de reflexión, días de conversión interior y de penitencia, para conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Para otros son días de descanso, esparcimiento y goce material.
Los balnearios del país se ven abarrotados por bañistas que con frecuencia consumen todo tipo de bebidas alcohólicas.
Los hospitales también se ven atestados por el gran número de heridos.
Al finalizar la jornada, viene el conteo de los muertos y casi siempre supera la cifra del año anterior.
Se impone, pues, pedir a la ciudadanía que reflexiones, que seamos prudentes, que si vamos a ingerir bebidas alcohólicas, que seamos sensatos y tomemos las precauciones adecuadas para que otros conduzcan.
No solo está en juego su vida y la de su familia, sino la de otros.
Las personas tienen, en seguimiento a un deber humano y cristiano, que respetar la vida propia y la de los demás.
Que el boletín final sobre el balance del largo feriado, su nombre no sea uno más entre las estadísticas de los accidentados.
Cualquiera que sea su ruta, ha de disfrutarse en paz, en un ambiente de familia, equilibrio y respeto.
Esta es una ocasión que debemos aprovechar para convertirnos en mejores personas con nuestros familiares, con nuestros amigos, con quienes nos rodean, y especialmente con nuestro país, En fin, esforzarnos por ser mejores seres humanos.
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