En medio de esta terrible pandemia que ha azotado el mundo y provocado una gran crisis económica, debemos recordar otra gran crisis que vivió nuestro país en el año 2003, provocada no por un virus sino por otro tipo de infestación producida por maniobras fraudulentas, mala gestión y una muy débil regulación en entidades del sector financiero en ese momento, que produjo la quiebra del entonces tercer banco del país, seguida por la de otros dos, todo lo cual generó una ruptura de la estabilidad macroeconómica y una crisis cuyas consecuencias aún pesan en nuestras finanzas por la enorme carga asumida por el Banco Central al decidirse garantizar todos los depósitos, a pesar de que la recién estrenada Ley 183-02 Monetaria y Financiera limitaba la garantía a quinientos mil pesos.
Traemos esto a la memoria porque el covid-19 ha segado una vida muy valiosa de un gran ser humano, amigo, economista y funcionario público, Frank Guerrero Prats, quien luego de haber sido parte del equipo técnico del Banco Central asumió su gobernación en el año 2000 y trabajó por su fortalecimiento institucional y el del sector financiero, habiendo propulsado la anhelada aprobación de su regulación que llevaba años discutiéndose, la cual afortunadamente se produjo en noviembre de 2002.
No ha sido justamente reconocida la significación de esta aprobación de la Ley 183-02 previo a la crisis, pues si bien por decisiones que incumplieron sus mandatos su costo fue peor, y nos ha hecho arrastrar un déficit cuasi fiscal que se multiplica sin fin y es hoy de más de US$12,000 millones, el haber tenido que enfrentarla sin un marco legal hubiese empeorado las cosas y habría hecho mucho más difícil la recuperación de la confianza en el sector.
Pero no solo le debemos a Frank haber luchado hasta que se aprobara la Ley y haber reforzado la regulación del sector, sino el haberla defendido con gran celo lo que, aunque tuvo el decoro de no divulgar nunca, le costó el cargo de Gobernador por haberse negado a aprobar ayudas para supuestamente rescatar al “sólido” banco en el que se había descubierto un enorme hoyo, el cual por 15 años operó un banco paralelo dos veces mayor.
El decreto 281-03 del 26 de marzo de 2003 juntó el destino de dos grandes hombres, pues dispuso la designación de Frank Guerrero Prats como canciller en sustitución de Hugo Tolentino Dipp, quien había presentado su renuncia, en un hecho poco común en el país, en protesta por la decisión del entonces presidente de enviar soldados dominicanos a Irak, lo que hizo desviar la atención de la remoción del gobernador, aunque algunos sospecháramos el telón de fondo de esta jugada política.
Aunque nunca lo expresó públicamente, ni otros protagonistas tuvieron la sinceridad de reconocerlo, la historia le dio la razón a Frank, pues a pesar de los esfuerzos de las autoridades para asumir el quebrado banco anunciando su fusión con otro que años más tarde se descubrió tenía otro gran hueco, poco tiempo después tuvieron que disponer su intervención.
Probablemente de no haber sido movido de la gobernación por los idus de marzo, lo habría sido después, pues los manejos políticos y al margen de la ley que hicieron que se pagaran depósitos millonarios en beneficio de un variopinto listado de personajes influyentes que se beneficiaron de las irracionales tasas de interés pagadas, seguramente también lo hubiesen hecho salir del cargo.
Es una lástima que la cruel llegada de la parca le haya impedido a Frank contar su parte de la historia, por eso sentimos el deber de refrescar los hechos, para que no se olvide la trascendencia del accionar de un hombre honesto que creyó en la institucionalidad y que por defenderla fue sacado del juego. La historia de nuestro país ha estado marcada por las acciones negativas de malos líderes y la dañina impunidad que ha protegido a muchos funcionarios, pero también por el ingrato e injusto olvido de algunos de sus buenos hijos, y sin lugar a duda Frank Guerrero Prats era uno de estos, y así merece ser siempre recordado.