Usamos el concepto de patrimonialismo en el sentido en que Max Weber lo concebía; atribuyéndole a la autoridad tradicional del soberano el manejo de todos los asuntos públicos. Lo que estamos viviendo con el desplome del danilismo dentro del PLD tiene su historia. Hemos visto que la corrupción configuró castas en el seno mismo del gobierno de Leonel Fernández, con fortunas inimaginables en un país de un PIB tan modesto; y que el Estado fue usado sistemáticamente como fuente de acumulación originaria.
La democracia cansada que se nos impuso desperdigó un clima amoral que permitió que los vicios aparecieran como virtudes, y el ejercicio de gobierno sirvió a los propios deseos de los gobernantes en lugar de servir al interés general. Poco a poco, el PLD transformó su naturaleza. Sus cuadros tradicionales olvidaron la doctrina, se dedicaron a enriquecerse, y su “razón práctica” fue únicamente reproducirse a sí mismos en el poder.
Cuando Leonel Fernández salió del gobierno, los líderes del PLD habían perdido la introspección, abandonándose al disfrute del lujo y la riqueza. Eran ya incapaces de salir de su particularidad restringida. Desconocían todo aquello que en la boca del Maestro prefiguraba un ideal, se había borrado ante sus puertas.
Ya no encarnaban un proyecto social, Juan Bosch era un cadáver perfumado en un armario, al cual sacaban de cuando en vez con sahumerios y mirra olorosa. Sobre el país había caído todo el cinismo implacable que da armas a la impunidad, y las instituciones asumieron el vivo símbolo del rechazo y la denegación. Todo el tinglado de la dominación se movía con ardor sin la menor norma.
Y sobre ése andamiaje se montó Danilo Medina. Si Leonel Fernández gobernó para los poderosos, y para el círculo de nuevos millonarios surgidos de su propia gestión de Estado; Danilo Medina gobierna, fundamentalmente, para el grupo económico que vino desde fuera del PLD, y financió su proyecto político, y se transformó en una casta opuesta a la de Leonel Fernández. El cambio de una casta a otra es tan solo la continuidad de un mismo modelo, empinado sobre la ideología de la concepción patrimonial del Estado, con una mejor organización propagandística, y una más eficaz práctica de la corrupción.
El gobierno de Danilo Medina supera con creces la corrupción del gobierno de Leonel Fernández, y el saldo contra la democracia y a favor del desguañangue institucional es infinitamente superior. Bastaría con analizar la violencia formal y el costo institucional que significó imponer la reelección. Es un gobierno lleno de rentistas, quienes han ido desplazando en importancia a la vieja guardia de la OTAN del comité político. La reelección, por ejemplo, fue un proyecto de prolongación patrimonialista, cultivado por los ministros rentistas, y luego impuesto a la esclerotizada membresía del comité político. El pobre de Euclides Gutiérrez no se da cuenta de que ya Danilo Medina no los necesita, como tampoco necesita a Leonel Fernández.
En el PLD no hay ninguna lucha de ideas, ningún proyecto social; simplemente las castas se desplazan. El comité político terminará siendo un mojón histórico, reducido a la aceptación de lo que la dinámica del grupo económico que financió el proyecto presidencial del danilismo imponga. ODEBRECHT ha transcurrido casi sin la intervención del Comité político.
Un rentista frente a un técnico y político, une en la imagen trasladada al estado de tipo, todo lo que un ambicioso de poder requiere. ¿Por qué Leonel Fernández no habla frente a la crisis de ODEBRECHT, y el deterioro de todo el caudal de la imagen peledeísta? Simplemente porque no es su casta la que está en el poder.
Cualquier esfuerzo para explicar su participación en el tinglado mafioso de ODEBRECHT que se desplegó en el país beneficiaría a la casta danilista, y lo lanzaría a él al ruedo. Leonel piensa que únicamente la fétida llovizna de la corrupción de ODEBRECHT moja al danilismo.
Y como Danilo Medina gobierna para los rentistas que entraron con él al gobierno, es cosa suya defenderse. El colmo no son sus viajes en el centro mismo de la crisis, sino su artículo publicado el lunes en el Listín Diario sobre “La verdadera historia de Crónica de una muerte anunciada”, un refrito sobre el cual Gabriel García Márquez ha hablado una y otra vez hasta el cansancio. Un viaje sideral, una manera de alejarse olímpicamente del escenario. ¡Que pelee la casta de rentista para la que gobierna Danilo!