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27 Abril 2024

¡Patria o muerte por Roberto!

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Juan-TH
Solo falta que la República Dominicana le declare la guerra a los Estados Unidos, como lo hizo Trujillo con la Alemania de Hitler el 11 de Septiembre de 1941, por haber despojado de su visa oficial y de turista al presidente de la Junta Central Electoral, Roberto Rosario, a quien debemos elevar a la categoría de héroe nacional tras ser convertido en víctima por dirigentes de su Partido, de la Liberación Dominicano, algunos medios de prensa, incluyendo bocinas connotadas y otras no tanto.

(Aclaro, por si las moscas, que no me alegra, ni estoy de acuerdo con la medida adoptada por el Departamento de Estado. Soy partidario, incluso, de reclamar, vía cancillería, no a través del Pleno de la JCE, una aclaración, no más)

No saldré a las calles a protestar, no entregaré mi visa por solidaridad, ni escribiré panfletos en contra del Imperialismo Yanquee como en la época en que militábamos en la Izquierda Revolucionaria, donde alguna vez militó Rosario a quien cariñosamente llamábamos Robertico porque, “la soberbia es el abismo donde suele desaparecer hasta el mérito verdadero”, como dijo Juan Montalvo.

No lo haré porque como dice la gente, “de estos polvos, esos lodos” y porque quien siembra vientos cosecha tempestades. Recuerdo la resolución de la JCE que discriminaba a los negros por sospecha de ser haitianos, como en un Apartheid; no olvido la sentencia posterior del Tribunal Constitucional encabezado por un negro cocolo de Samaná que, violando la Carta Magna, convirtió en apátrida a cientos de dominicanos de ascendencia haitiana, incluyendo al doctor José Francisco Peña Gómez, pues extendió sus efectos desde el año 1929 hasta nuestros días con lo cual se justificaba la “matanza perejil” de Trujillo en 1937 que terminó con la vida de miles de haitianos.

Miles y miles de negros, dominicanos por el derecho de nacer en nuestro territorio (Jus Solis) se convirtieron en apátrida de la noche a la mañana, borrados del Registro Civil, de tal modo que no eran dominicanos, ni

haitianos. La mayoría no había ido nunca al territorio vecino, ni hablaba creole y mucho menos francés. No solo perdieron sus visas, perdieron la nacionalidad, que es más importante.

La apátrida da no tiene justificación ni sentido histórico en nuestros días, como no lo tienen los muros ni las fronteras que separan naciones por razones étnicas, políticas, color de la piel o religión porque al fin y al cabo solo existe una raza, la humana, y un solo territorio, que es el que habitamos todos: El Planeta.

Con esa visión de la vida, de la humanidad y del territorio, no podía, como no puedo ahora, justificar la persecución, con sentido xenófobo contra mis compatriotas solo por el color de su piel, por su pobreza y su ignorancia, porque como he dicho otras veces, ambos pueblos, el dominicano y el haitiano, han sido víctimas de las clases gobernantes y de las potencias que las han respaldado, política, económica y hasta militarmente.

No puedo apoyar, ni salir a gritar y protestar porque a un hombre como Roberto Rosario el Departamento de Estado lo haya despojado de una visa, procedimiento con lo que tampoco estoy de acuerdo. (Debe llegar el día en que todos los hombres, mujeres del mundo puedan trasladarse de un lugar a otro sin pedir permiso)

Tampoco cometeré la desfachatez de apoyar al señor Rosario para que continúe al frente de la JCE después del desastre de las elecciones pasadas donde actuó de manera parcial para garantizar el triunfo de los senadores y diputados que hoy reclaman su continuidad al frente del órgano rector de los comicios. Todos los titulares de la JCE, del TSE y la Cámara de Cuentas tienen que ser sustituidos si queremos garantizar un verdadero Estado de Derecho, no “la dictadura del Trujillo del siglo 21”.

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