Mi hermano Pedro Fernando Báez Esteva fue muy especial, inteligentísimo, excelente esposo, padre y abuelo, ciudadano cumplidor de sus obligaciones, profesor inolvidable por sus estudiantes, apasionado automovilista que presidió la FDA, ganador invencible de todos los “rallies”, amigo leal y cariñoso familiar.
Es recordado por su entrega y pasión por la excelencia en el INDRHI, la CDE y la UNPHU. Por sus aportes al desarrollo de la informática, fue honrado como padre de la computación por la Cámara Americana y otras entidades. El sábado, cumpliría cincuenta años casado; con Angélica tuvo tres bellos hijos, Miguel, Georgie y Peter. La honradez y sencillez de Pedro, alérgico a toda vanidad o relumbrón pese a ser una lumbrera, fueron consustanciales con su carácter estoico.
Presentó férrea batalla al cáncer de páncreas casi tres años. Nunca se quejó por nada, ni dijo sentir dolor, ni menguó nunca su deseo de vivir. Horas antes de fallecer, me pidió llevarle un pastel de pecanas para cuando saliera de la clínica. Si pudiera se lo mandara al Cielo.
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