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Pequeño negocio de fritura se convierte en empresa familiar

Es la frase que distingue a Luis Manuel cuando algún cliente entra a su comedor. Así, cargado de energía, de buen humor y un estado de ánimo que también se refleja hasta en el nombre del negocio.

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SANTO DOMINGO.-

La Vega.–  “¿Lo están atendiendo mi hermano?, ¡Estamos aquí cualquier cosa!”  Son las frases que se escuchan una y otra vez en el pica pollo comedor “El Pichirri” en voz de su propietario Luis Manuel Acosta, quien cargado de ánimo y buen sentido del humor atiende los clientes que llegan hasta Jamo Los Rieles para probar su chicharrón.

Todo inició hace poco más de dos años, cuando Acosta decidió arriesgarse dejando el trabajo de toda su vida como camionero y emprender un pequeño negocio de comida bajo una lona frente a su casa, de esa manera cambió el volante por los calderos.

Apenas unos meses después de haber comenzado a forjar su camino con la pequeña fritura, llegó la sorpresiva pandemia, el encierro le obligó junto a la familia a consumir los pocos recursos que tenía para mantener el negocio a flote y ya con las manos vacías no tuvo otra opción que volver a la negocio pese al miedo de contagiarse en el momento más álgido del coronavirus.

“Yo dije bueno nos fuimos a pique, nos acostamos ahí con la pandemia con 15 días teníamos 45 mil pesos de fondo del negocio, uff en 15 días nos lo comimos y dije vamos pa’ afuera  que nos vamos a derrumbar”,  así narró acosta el momento que marcó un antes y un después en su vida.

Aún con los ojos vidriosos tras recordar las dificultades que atravesó al inicio de la pandemia, también reconoce fue una oportunidad porque la necesidad le llevó a derrotar el miedo y, bajo los protocolos del momento, abrió otra vez la fritura para vender mientras todos los demás negocios del pueblo estaban cerrados, situación que hizo que los clientes se volcaran a su diminuto local por falta de oferta de comida elaborada en la zona.

Es así como lo que pudo ser el fin de un negocio incipiente, fue apenas el inicio de la microempresa que debido a la creciente demanda de clientes le llevo a expandir  su espacio de trabajo, utilizando ahora no solo el frente de la casa sino también el patio.

El aumento en las ventas le llevo a buscar empleados por lo que Acosta está acompañado en la venta de comida cocinada de su esposa, sus hijas, sus hermanos, cuñadas y sobrinos… En fin, 15 miembros de una misma familia trabajando unidos.

Arison Peguero, sobrino de Acosta, llegó desde un campo de la Vega en busca de una oportunidad  y la encontró en “El Pichirri” ahora él y su esposa Idalina María trabajan junto a su tío vendiendo comida.

“yo estoy ahorrando  y todo, porque aquí nos dan desayuno, comida y cena, así que ese sueldo me sale limpio”  añadió Pequero con una sonrisa que iluminaba el rostro.

Un poco más allá de los mostradores, justo en la cocina, ahí, entre plátanos y cáscaras encontramos a la señora Yajaira Miliano, esposa de Acosta, con su cuchillo en manos y con la mirada fija en el plátano a medio pelar que aun sostiene, nos cuenta que es la encargada  de pelar diariamente cientos de plátanos para los diferentes platos que se venden en el local.

Los platos son variados y típicos van desde pescado, mondongo, patica, chicharon, pechurina, pica pollo, arroz, víveres entre otros. Mientras los clientes comienza a llegar para disfrutar del almuerzo que ofrecen, Luis Manuel Acosta nos cuenta con una sonrisa de oreja a oreja que ya factura con RNC pues se formalizaron como micro empresa.

La familia Acosta Miliano logró sacar su mejor versión en la pandemia, pues además de solidificar un negocio próspero, lo hicieron en armonía familiar.

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