El periodismo independiente, ejercido con integridad y sin dobleces, siempre será provechoso para el fortalecimiento institucional y el respeto de los derechos humanos, pero como contraparte tendrá inevitablemente de frente a los enemigos de la libertad que pretenden desconocer el imperio de la ley.
Ese es el precio que tienen que pagar aquellos comunicadores que, por ética y filosofía personal, sólo siguen los dictados de su conciencia para responder e identificarse únicamente con los intereses generales, o sea con el bien común.
Por seguir con firmeza y de forma estricta esos lineamientos es que el periodista Marino Zapete ha sido víctima de una persecución que, durante largo tiempo, lo mantiene sometido a agotadores procesos en los tribunales por una supuesta difamación contra un funcionario público.
Aunque se ha demostrado hasta la saciedad que no hubo tal difamación, sino el ejercicio pleno de la libertad de expresión y difusión del pensamiento, consagrado en la Constitución de la República, este reputado comunicador ha tenido que soportar interminables jornadas judiciales.
Pero por su temple personal y su irrenunciable decisión que no apartarse de sus convicciones profesionales, ha afrontado con estoicismo ese desafío, que corresponde a todos aquellos que como él, no están dispuestos a someterse al chantaje ni al silencio irresponsable.
Como no se ha podido demostrar con pruebas valederas el delito que de manera mendaz se le quiere imputar, es objeto ahora de amenazas de muerte que deberían ser investigadas y mover la acción del Ministerio Público. Esto es lo que procedería de parte de las autoridades, a menos que en esta sociedad hayamos llegado ya a tal grado de dejadez e insensibilidad que importe poco o no merezca ninguna atención la integridad física de una persona .
Cualquier amenaza de esa naturaleza no puede verse aisladamente como un caso distante o particular, sino como un atentado al libre juego de las ideas y a la libertad de información, pues se trata de silenciar la voz de un periodista serio que no se deja manipular porque tiene muy en alto su dignidad y su compromiso profesional.
Quienes conocen la trayectoria de Zapete saben perfectamente que no declina en sus principios y para su satisfacción personal, —y también de los celosos amantes de la libertad— cuenta con el apoyo de reconocidos colegas apegados a un ejercicio periodístico recto y con vocación de servicio a las buenas causas.
Aunque está inmersa en sus talleres y asambleas, a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) también debería preocuparle esta situación, si es que ha sido informada o se ha enterado por alguna vía.
A lo largo de su carrera Marino ha padecido abusos y persecuciones por su postura y siempre ha preferido, como un llanero solitario, asumir esas circunstancias aciagas por cuenta propia, sin que el miedo haya aflorado en ningún caso.
Sin embargo, esta vez su denuncia sobre amenazas que podrían materializarse en perjuicio de algún pariente suyo o llegar hasta él mismo no puede pasar inadvertida, porque sabemos que hay gente capaz de impulsar cualquier malvada acción cercana al “infierno”.
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