La suspensión de la reunión del PRD que se perfilaba como un escenario para una confrontación de impredecibles consecuencias de facciones en pugna ha producido un alivio en sus tensiones internas, pero aún urge disipar las causas estructurales de la crisis que abate al partido fundado por el profesor Juan Bosch.
La decisión fue una muestra de sensatez frente a las aprensiones expresadas en diferentes ámbitos, tanto dentro como fuera del Partido Revolucionario Dominicano, organización que por su historia y arraigo tiene gran gravitación en la vida nacional.
A la luz de esa experiencia, que ojala sea asimilada por los grupos que se disputan el control y el futuro del PRD, los encuentros no pueden ser dirigidos hacia la confrontación física y sólo se justificarían si hay garantías de respeto en base a un diálogo civilizado.
En círculos políticos que siguen de cerca el problema interno del PRD se ha visto con cierto escepticismo el que la suspensión signifique un síntoma de que se avecina un arreglo o solución y lo consideran más bien la posposición de un conflicto.
Desde esa óptica, se estima que el logro se limitó hasta el momento a evitar un acto que podría haber degenerado en vías de hecho lamentables, por ambiciones y enconos viscerales, componentes que fomentan amagos de nuevos enfrentamientos.
Aun así, se debe saludar la prevención para no tener que lamentar consecuencias que comenzaban a ser advertidas en la opinión pública y a través de diferentes medios de comunicación.
Los que sin visión partidaria ni pasión política aprecian al PRD por su histórica contribución a la democracia nacional, observan con pena y preocupación la situación por la que atraviesa el partido blanco.
Fuera de sus conflictos y rebatiñas internas, que han sido una constante desde su fundación, es innegable el aporte del PRD a la conquista y defensa de las libertades públicas en el país.
Los perredeístas, en especial su dirigencia histórica y la que controla actualmente sus principales organismos deberían deponer su actitud hacia la confrontación y dirimir sus diferentes sin la posibilidad de actos de canibalismo político, tomando en cuenta que el PRD no es propiedad de grupos, sino un patrimonio nacional que merece ser preservado.