SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La forma en que asaltantes que simulaban ser buenos samaritanos aprovecharon la caída de un helicóptero en el sector de Maquetaría para sustraer las pertenencias al piloto herido que requería asistencia, revela hasta qué punto se ha llegado en algunos estamos sociales a un estado de absoluta degradación.
Solo una deshumanización producto de pérdida de valores fundamentales puede explicar cómo alguien puede prestarse para semejante salvajismo, en lugar de brindar ayuda y protección efectiva, teniendo como único y primordial objetivo preservar la vida de un ser humano.
El robo es un acto deleznable que merece condena y sanción conforme a las leyes, ya que en la sociedad se debe fomentar el trabajo productivo como el medio legítimo para generar recursos, ingresos y riquezas.
Esta inclinación a sustraer lo ajeno adquiere un carácter todavía mucho más censurable cuando se escoge como blanco o víctima a una persona en el momento en que atraviesa por una circunstancia difícil.
Pero para entender y practicar este comportamiento solidario al prójimo, como está señalado en los mandamientos de la Biblia, se necesita contar con principios básicos que solo se obtiene en la educación doméstica en aquellas familias que cumplen con la obligación de guiar y orientar a sus hijos.
Es por esa razón que, al analizar este progresivo fenómeno de descomposición y deterioro social, educadores, sociólogos y antropólogos han postulado que la crisis en los hogares está la génesis de este serio problema que tanto perturba a la sociedad.
Todo esto amerita una profunda reflexión y además acciones coordinadas desde diferentes ámbitos antes que tengamos a contemplar la repetición de hechos como el que comentamos, que constituyen un bochorno y un reto para el disfrute de una coexistencia civilizada.