SANTO DOMINGO, República Dominicana.– En medio de la frustración de diferentes sectores de la sociedad por el Ho Ha Lugar que ratificó este miércoles la Segunda Sala Penal de la Suprema Corte de Justicia en favor del senador Félix Bautista, hay que destacar la firme, admirable y coherente independencia con que dos magistradas actuaron en ese proceso.
Con el mantenimiento de sus votos disidentes, a pesar de presiones de toda índole que deben haber recibido, las juezas Miriam Germán Brito y Esther Agelán Casasnovas han dado una demostración de integridad, de conciencia y de fiel identificación con los principios que deben normar la buena administración de justicia.
Mujeres de esta talla y verticalidad prestigian la justicia y deben avergonzar a aquellos miembros del sistema judicial que por conveniencias personales y por seguir directrices ajenas a la alta misión que le fueron conferidas, se prestan a cualquier dictamen sin la entereza de llegar al fondo de procesos que deben ser debidamente esclarecidos por estar de por medio cuestiones de interés general como son los fondos públicos, vale decir del contribuyente dominicano.
Como es natural, Félix Bautista está gozoso y satisfecho por el fallo, pero más tranquilo frente a la opinión pública y la ciudadanía en general pudiera encontrarse si, seguro como decía que estaba de su proclamada inocencia, se hubiera sometido a un juicio de fondo como se reclamaba con insistencia desde diferentes instancias de la vida nacional.
¿Si estaba como siempre sostenía, libre de toda culpa, si en su opinión lo que se había urdido contra él era toda una patraña conspirativa para hacerle daño con fines políticos y afectar su honor, por qué se aferraba a un no ha lugar, en vez de enfrentar a sus acusadores a nivel de un juicio con todas las de la ley y demostrar entonces que la razón y la verdad le asistían?
El sentimiento de frustración y de descrédito frente a la justicia se debe entre otras cosas a que esa posibilidad fue negada en todo momento, por lo que para nadie fue una sorpresa la forma en que se produciría el fallo de este martes, reeditando aquel previsible y siempre enojoso episodio de la crónica de una muerte anunciada.
Esto explica la decepción del procurador general de la república, Francisco Domínguez Brito, al afirmar a través de las redes sociales que la Suprema Corte ha demostrado históricamente que no le interesa llegar a la verdad en los casos de corrupción.
Pero el enojo y la frustración no es solo por este hecho sino por el sinnúmero de casos, avalados por evidencias comprometedoras y voluminosos expedientes en que la justicia ha sido incapaz de producir sentencias ejemplarizadoras para que la lucha contra la corrupción tenga alguna vez vivencia plena, más allá de reclamos que son desoídos.
Es verdad que fuera de los tribunales, la ciudadanía aplica sus propias sentencias, que son inapelables y generalmente contundentes, pero éstas importan poco o nada a quienes precisamente por la falta principios son capaces de incurrir en faltas graves.