Pesimismo octogenario

Entre mis recuerdos de niño resalta la alegría por la noticia de la desaparición de Hitler y Mussolini y la victoria de los aliados contra las dictaduras nazistas y fascistas. Luego con 15 años de edad me enteré de la muerte de Josef Stalin y ya bien adulto de la desaparición de Trujillo. Veintiocho años después me llegó la noticia sobre la caída del Muro de Berlín y el fortalecimiento de las democracias en Europa, donde se creó un gran mercado común.

Sobre mi propio país rememoro las gestas de abril de 1965 y el fin de la dictablanda de Balaguer, seguida por casi treinta años donde nuestras elecciones han sido libres. De la economía de mi niñez que dependía del azúcar, el café y el cacao y donde el grueso de la población vivía en los campos, hemos pasado a una de clase media urbana donde el turismo, las remesas y las operaciones de zonas francas son el motor de nuestro fuerte desarrollo y donde ya un 20% de nuestra población reside en el mundo desarrollado. Me sentí orgulloso por el éxito de nuestros peloteros y de Juan Luis Guerra en lo internacional, de la popularidad mundial de la bachata y de los éxitos de una diáspora que incluye a Oscar de la Renta, Junot Díaz y Julia Álvarez.

Pensé que ese optimismo y esas cadenas de grandes éxitos nacionales e internacionales continuarían, pero ahora, con 86 años de edad enfrento la segunda victoria de Donald Trump como presidente del país más rico y más poderoso militarmente del mundo.

Ha escogido para su gabinete a sicofantes, serviles y zalameros y sin gran experiencia administrativa. El país más culto del mundo, Alemania, que dio los mejores filósofos y músicos, optó, sin embargo, por aceptar voluntariamente a Hitler en 1933. Hoy día un pueblo relativamente inculto y ya conocedor de los cuatro primeros años de gobierno de Trump, le acoge de nuevo voluntariamente como rebaño que sigue a un pastor demagogo y corrupto.

Las consecuencias no solo para Estados Unidos sino para el mundo entero, serán muy negativas. Algunos ilusos piensan que su segundo ascenso al poder no perjudicará a los dominicanos, pero la realidad es que ha prometido deportaciones masivas de indocumentados y en Estados Unidos y Puerto Rico probablemente viven unos 200,000 dominicanos sin papeles quienes tomaron la yola o se fueron como turistas y se quedaron al vencer su visa. También se deportarán a los haitianos cuyo país Trump ha definido como una “nación de porquería” y que una vez lleguen involuntariamente a su país, tratarán de cruzar hacia el nuestro, dada la guerra civil y la violencia que predomina en Puerto Príncipe y otras ciudades importantes. No es fácil esa deportación, técnica y jurídicamente hablando, pero Trump amenaza con utilizar hasta a militares.

Todo eso implicará más desempleo entre nosotros y menos remesas. Pero también Trump ha prometido establecer un arancel a las importaciones norteamericanas. En algunas ocasiones dice que solo lo aplicaría a China, y en otras solo a países que gozan de un superávit comercial con Estados Unidos, pero también plantea que quiere que las industrias que operan en México se trasladen a Estados Unidos fruto de un alto arancel. No se trata ya de “near shoring”, sino de “US shoring”, pues lo que se busca es que las industrias de zonas francas dominicanas y de otros países se trasladen a Estados Unidos.

Trump no cree que la humanidad es responsable del deterioro en el medioambiente, cuando ya las playas dominicanas están sufriendo y el clima en nuestro país ha cambiado, como lo evidencian las lluvias de los últimos noviembres. Lo único que tal vez sea positivo para nosotros del segundo gobierno de Trump será su afán por aumentar la producción de petróleo en su país, lo cual debería de rebajar aun más el precio del crudo que hoy día está a la mitad de como estaba hace más de un año, a pesar de las guerras en Europa y medio oriente.

Creíamos que con la cada vez más deteriorada situación en Haití los dominicanos ya contábamos con suficientes desgracias. Por cierto, el golpe de Estado que el Consejo de Transición dio al primer ministro Conille se debió a que sabían que ni Biden ni Trump lo objetaría. Pero ahora a lo de Haití se agrega lo del gobierno de Trump. Pidamos a Tatica que nos proteja.