En todas mis andanzas cuando estuve viviendo fuera, descubrí lugares majestuosos y paisajes con dimensiones y colores que excedían de manera increíble mi capacidad de entendimiento y las expectativas que tenía de toda Latinoamérica.
Andar libre y sin miedo de ver nuestra seguridad, ni la de nuestra familia, en riesgo es el sentimiento más bello que se puede sentir. En todos mis musicales favoritos (así como en las peliculas de princesas de Disney), veo como los personajes centrales son mujeres libres, fuertes, pero en busca de un príncipe azul que entienda su apreciación por las artes visuales, las razones por las que llora oyendo ópera y su necesidad desmesurada de ayudar a todo el que conoce, con el simple fin de ayudarlos a ser mejores personas para su país y el mundo.
Hace unos meses, en mis recorridos culturales entre amigas, vi mi vida y las de ellas en riesgo al ser rodeadas y agredidas física y verbalmente por una banda; pero en mis escritos no pienso agobiar con noticias tristes, sino expresar mi agradecimiento de que fui criada en una familia que da ejemplo de amor, que decora sus salas con las más bellas obras de mis artistas dominicanos favoritos y arreglos florales que parecerían armados por Picasso mismo. Ojalá que el día que me toque dar el ejemplo en mi propia familia, ya no deba sentir miedo de que mis hijos vayan a recorrer las Iglesias y galerías de arte de nuestro país sin andar acompañados.
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