PN y robo

 

Víctor Bautista.

El drama en la cara de mis tres hijos –al ver el vehículo familiar desvalijado y con los cristales rotos por derribo violento- será siempre para mí una imagen tan imborrable como indescriptible, pero peores niveles de recordación le asigno a la expresión de mi primogénito: “¿Por qué nací en este país?” Aun me invade la impotencia para darle una respuesta.

Veníamos de El Limón y al pasar por Las Terrenas, el hambre nos convocó a una pizzería junto al mar. Hechidas las calles del pueblito, de gente y de carros, aparcamos en un solar al lado de la Policía con todas nuestras expectativas de seguridad.  Saciados, retornamos minutos después al lugar para marcharnos a la capital.

Y nos encontramos con el drama: todas nuestras pertenencias robadas en tres maletas y dos bultos de mano con los que fuimos a pasar a Puerto Bahía unos días plácidos y realmente gratificantes. Algunos amigos me han preguntado en tono de amonestación: ¿Por qué andaban con tantos dispositivos?

La pregunta debería darnos verguenza como sociedad. ¿Cómo es posible llegar a la convicción de que  es incorrecto andar con los dispositivos que uno desee, aceptando implícitamente que el atraco con violencia es parte del sistema social y que debemos asumirlo con cierta normalidad?

No puedo aceptar eso, porque hacerlo equivale a validar que los culpables del robo fueron los Bautista Blanco y no los facinerosos que andan impune en las calles, a veces cubiertos bajo un manto de indiferencia policial adrede, que facilita la impunidad, lo cual equivale también a complicidad.

Han pasado ya tres semanas desde que nos robaran las maletas con dos laptops, un ipad, un iphone, otros equipos y ropas. En la primera semana no cesaron las llamadas telefónicas de diferentes ¨comandantes¨ pidiendo paciencia ¨porque estamos investigando.¨

En la segunda, el diálogo comenzó a esfumarse y en la tercera, sobrevino el limbo total, pese a que la uniformada tiene todo lo que requiere para rastrear el teléfono y al menos otro de los dispositivos. Esta es una sociedad en la que el ciudadano sufre una suerte de orfandad por falta de instituciones que funcionen, como la Policía.