La Policía está dañada de pies a cabeza. Todos somos culpables por esperar un buen servicio sin proveer suficientes recursos, entrenamiento y supervisión. Dándonos golpes de pecho no arreglaremos nada, ni que el presidente Abinader ponga a su asesor Rudy Guiliani de director. Tras la revolución del ’65, la USAID entrenó a la Policía. Antes crearon a los Cascos Blancos para controlar tumultos. Había un enfoque político, no sólo según su lema “ley y orden” por delincuencia común.
Un amigo experto me escribió: “Muchísimos soldados y policías disparan sin que el ciudadano represente peligro; eso nunca ayuda a aplicar la ley. Perseguir a un delincuente peligroso conocido es distinto a tratar algún simple sospechoso. Entrenamiento, disciplina, respeto al ciudadano y valores cívicos, no son física cuántica, pueden enseñarse. Requiere mando, control y consecuencias legales. El personal no uniformado sólo debe operar en investigación e inteligencia, no retenes”.
La ley más violada por policías es la de gravedad: lo que pican abajo siempre sube. Apretar al narco lleva la “búsqueda” por otro rumbo…