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Política y Ética del Periodismo

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A Mi Maestro del Periodismo: Radhamés Gómez Pepin:

Papa Francisco a quien más me recuerda es al Padre Reverendo, reverendísimo diría yo ahora cuando él hace mucho nos dejó en este mundo, sacerdote jesuíta Marrero.

Predicaba como Francisco, Papa Bergoglio. Los dos Jesuítas. En aquellos años anticomunistas. Anticapitalistas. Cristianos críticos de todas las estructuras injustas de este mundo.

Yo tenía 17 años de edad entonces. El padre Marrero era el cura de San Miguel, una parroquia entonces, ahora creo que no.

Sus  prédicas cristianas son ejemplo del contexto en que fui formado, pues el concepto que uno tiene de la ética es influído por varios factores, las vivencias personales, las lecturas, las cátedras.

En esa época conocí a muchos sacerdotes jesuítas. Al padre Jorge Cela me lo encontré un mediodía con muchachos del Colegio Loyola que iban a alfabetizar en un barrio pobre. Yo trabajaba como promotor social en los sectores marginados de Santo Domingo con un movimiento social organizado por los Hermanos De la Salle, y los sábados en el suplemento sabatino del Listin Diario publicaba reportajes sobre ese trabajo social que se realizaba en barrios como La Zurza, Capotillo, Gualey, Santa Teresa, Las Cañitas, Cristo Rey, de la capital, y de algunos barrios de Santiago.

Con los escritos sabatinos en el Listín empezó mi experiencia en los medios escritos, y luego de realizar un curso de literatura con el Maestro Ramón Francisco en el patio de la Iglesia Evangélica Dominicana, de la Calle Mercedes esquina 19 de Marzo, Santo Domingo, D.N. (por cierto, fuimos juntos al curso el amigo poeta Tony Raful y yo, y allí nos relacionamos con escritores de la talla de Armando Almánzar Rodríguez, entre otros), escribí un par de cuentos que publicó el suplemento dominical literario de El Nacional de Ahora.

Por ese mismo tiempo tomé en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), el Curso de Iniciación Cinematográfica dirigido por un egresado de la Universidad Fordham, de los jesuitas en New York. El distinguido sacerdote jesuita José Luis Sáez, graduado de estudios de cine en Fordham, fue el gran maestro mio en esta materia. Básico aprendizaje para el trabajo posterior en televisión.

En 1968, además de realizar ese curso de cine -importante para lo que fue luego mi carrera en los medios (una revelación: en 1973, mientras estudiaba inglés en Ann Arbor, Michigan, en «The University of Michigan», participé en un taller de cine, escribí un guión y «rodé» y filmé en formato super 8 mm un film breve) – en 1968 junto a Tony Raful también asistimos a las clases de periodismo como «estudiante libre» -oyente- en la UASD. Allí recibimos cátedras de Eridania Mir, Euclides Gutiérrez Félix, Rafael González Tirado, entre otros. Siempre salía a relucir el tema de la ética. Y era muy importante.

Ética es profesionalidad, responsabilidad, objetividad, imparcialidad. Eso es la ética con todas sus consecuencias.

Reclutado por Radhamés Gómez Pepín cuando yo contaba los 19 años de edad, el 14 de Junio de 1969 comencé a trabajar como Periodista en El Nacional de Ahora ganando 150 pesos mensuales, que eran dólares entonces.

La generación de periodistas que allí laboraba compartía los criterios éticos que aprendían en la escuela de periodismo de la UASD. Yo estudié luego en el Instituto Dominicano de Periodismo, y también allí los profesores como Don Rafael Herrera, Julio César Estrella, Carlos Federico Pérez y Pérez, entre otros, también nos mostraban a los alumnos la importancia de los valores y normas de la ética periodística.

Sin embargo, hace 45 años ya existía en los medios dominicanos una tendencia de algunos periodistas a corromperse, recibir payolas y sobornos. Eran pocos.

Con los años el problema de los payoleros se agravó, principalmente en los años del decenio de 1970. Y después fue lo de A Dios Que Reparta Suerte.

Creo que en 1974 se crearon las bases del deterioro que se vio después. ¿Por qué? Pues a partir de aquí -luego que a finales de 1973 se formara el PLD y se consolidara el PRD- la mayoría de los periodistas se dividieron en bandos de poder. Aclaro que el PLD entonces no tenía vela en ese entierro, como dice el refrán, pues el PLD no tenía periodistas. Salvo yo, un simpatizante, y Bonaparte Gautreaux Piñeyro, fundador del PLD quien luego volvió al PRD. Digo Gautreaux y yo pues éramos pocos peledeístas periodistas, y K-Bito y yo los únicos con nombre y peso en la opinión pública. Que perdone alguien si lo omito. Pero esos que tienen fama y fortuna ahora como comunicadores peledeístas no eran ni conocidos entonces, ni trabajaban en 1974 ni en radio, ni en prensa escrita ni televisión.

¿Por qué todo este detalle? Pues porque en general el dinero es lo que mueve muchas cosas ´´importantes´´ en los medios hoy.

Mucha gente responde a intereses personales o de poder con un trasfondo de riquezas. Claro, valga la aclaración -y es una paradoja contradictoria- la mayoría de los periodistas asalariados son personas buenas, bien intencionadas, pero sólo pueden ascender socialmente si se agrupan en bloques y prácticas de poder.

Ese proceso empezó en 1974. Luego en los años 80 del siglo XX se acentuó. El PLD y sus pocos periodistas se mantuvieron alejados muy distantes muchos años de la conducta anti-ética.

Debo destacar en cuanto al aspecto de la objetividad e imparcialidad política que el daño más grande se lo hicieron a este aspecto de la ética periodística dos o tres personajes que perseguían y, haciéndolo aún hoy, a los pocos periodistas que quisimos ser independientes.

En mi caso particular, desde 1974 me ví compelido por ese discrimen a militar con la minoría. Me comprometí militantemente al lado de las ideas de Juan Bosch cuando era una quimera pensar en ambiciones banales de poder, y luego luché por alcanzar los objetivos políticos del Partido de la Liberación Dominicana, una organización que debe ahora reencontrar los mejores caminos trazados por su fundador y líder histórico.

No llegué a la carrera diplomática utilizando el periodismo de trampolín.

Soy hoy Embajador porque en 1989 Juan Bosch consideró que si ganaba las elecciones de 1990 yo sería su Embajador en Washington. El presidente Leonel Fernandez, conociéndolo porque iba a ser el Canciller del Gobierno en 1990, al llegar al poder en 1996 me designó en la OEA, como Embajador Representante Permanente, fui confirmado por el Senado de la República, pero por razones que puedo detallar minuciosamente en otra ocasión no acepté asumir el cargo a finales de 1996.

Como embajador que soy se hizo posible la idea de Juan Bosch de 1989 de que yo sería uno de los embajadores de su Gobierno en 1990. Nunca en mi vida había pensado en la diplomacia. Fue Juan Bosch quien lo decidió cuando vio la Segunda edición de mi libro: El Diario Secreto de la Intervención Norteamericana de 1965. «Tú vas a ser mi Embajador en Washington», me dijo una mañana antes de las 7 como acostumbrábamos a vernos.

En esa etapa de nuestra  vida éramos idealistas. Por lo menos yo lo seguía siendo, y no me pasaba por la cabeza tratarle a Don Juan temas de cargos públicos. Él me sorprendió. Quedé mudo. Y siguió diciendo: «Tú sabes por qué yo Te voy a nombrar en Washington?» Yo no le respondí. Y él siguió hablando: «Porque siendo Embajador tendrás las facilidades para conseguir los documentos que Te faltan en tu libro para que compruebes que fue la Misión Militar Norteamericana la que ordenó que me derrocaran en 1963».

El presidente Fernández el 16 de Agosto de 1996 tuvo la gentileza de saludarme con un apretón de manos en la Catedral de Santo Domingo al pasar por mi lado cuando se dirigía al inicio de las solemnes celebraciones litúrgicas por su ascensión al poder. Siguió su marcha por el pasillo central del templo, y tras caminar tres metros se devolvió donde mí. Todo el mundo se quedó mirando por este hecho insólito. Un presidente con tal aura nueva a quien todos admiraban. Y se acercó y me dijo: «Victor, quiero hablar contigo, coordina con Juan Deláncer para que nos veamos en Palacio esta tarde». Cuando el presidente se retiraba después del tedeum volvió a pararse a conversar conmigo: «No recordaba que esta Tarde es el defile militar. Mejor nos vemos mañana».

Y así fue. Acepté en 1996 en principio su propuesta de ser Embajador ante la OEA, pero luego decliné irme -entre otras razones- porque con el Señor que luego él designó como Embajador en Washington, ante la Casa Blanca, no sería posible convivir por razones de principios y hábitos morales. Yo conocía bien ese territorio desde que en agosto de 1970 viajé a la capital de los Estados Unidos junto a Ercilio Veloz Burgos para entrevistar a Galo Plaza, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). La embajada ante la OEA entonces físicamente quedaba bajo su control.

Mi carrera profesional de periodista en prensa escrita se malogró por mi solidaridad con Juan Bosch y mis convicciones peledeístas. Tuve que dedicarme solo a producir un programa semanal en la televisión porque me marginaban por seguir el peledeísmo.

Ser peledeísta era un ´´pecado´´hasta que el Partido de la Liberación Dominicana llegó por primera vez al poder. Esa era la cruda realidad.

No me arrepiento de haber tomado el camino de la política, pero pienso que debí dedicar toda mi trabajo a la literatura de ficción: Umberto Eco acaba de declarar que en la novela es donde está la verdad.

Por supuesto que algunos de los que nos bloqueaban gracias al «periodismo» de letrinas y chantaje lograron después penetrar las filas gubernativas peledeístas con un talento falso y simulador.

Dejé hace muchos años de trabajar como Periodista de medios escritos, esto es, como profesional a tiempo completo, porque era entonces una Misión Imposible -con tantos acosos- ser objetivo, imparcial, profesional y ético, y más en las condiciones materiales en que se desenvuelve la vida de los hoy llamados comunicadores sociales.

No se puede perder la Esperanza de que las cosas cambien.

Está surgiendo una nueva generación. Eduquémosla y proporcionémosle condiciones dignas de vida y trabajo para que puedan ejercer el digno sacerdocio del periodismo profesional.

 

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