Sergio Berlusconi, varias veces primer ministro, el político más poderoso de Italia y uno de los hombres más rico de ese país, ha sido condenado a cuatro años de prisión al confirmar la Suprema Corte italiana una sentencia de un tribunal inferior por cargos de fraude fiscal. Le esperan todavía otras penas de cárcel probablemente mayores por el delito de abuso de poder y promover prostitución de menores. Se le acusa de haber usado su condición de primer ministro para interceder ante la Policía por una adolescente con la que supuestamente tuvo sexo pagado, cargos que en este país nunca moverían la acción de la justicia contra una figura pública importante.
Mariano Rajoy, jefe del gobierno español, pudiera perder el puesto y quizá llevado ante un tribunal, por acusaciones de que años atrás, siendo miembro del gabinete de José María Aznar, recibió sobresueldos de una cuenta de su Partido Popular, manejada por un dirigente de la organización que se encuentra preso por lavado y uso ilegal de fondos del partido. El presidente de la Corte Constitucional española está también bajo fuerte cuestionamiento y pudiera ser forzado a renunciar, por vínculos con el hoy partido gobernante.
Tres ministros alemanes han perdido sus cargos desde el 2011 por denuncias comprobadas de plagio en sus tesis doctorales y el actual presidente del Parlamento germano, el Bundestag, del partido en el poder, podría correr la misma suerte por idéntica razón.
En cambio en este país, la designación de los jueces de las llamadas “Altas Cortes” fue el fruto de componendas políticas y prueba de lo mal que andamos la dieron el Ministerio Público y los jueces de un tribunal al archivar denuncias graves de corrupción contra el expresidente Fernández y el senador Félix Bautista, sin molestarse a investigar siquiera los fundamentos de la misma. ¡Esto se j…! , póngale usted el resto.